lunes, 15 de febrero de 2016

¿Por qué has adoptado si podías tener hijos biológicos?

Red Thread Legend Series, Beili Liu

Hace unos días encontré en mi muro de Facebook una pregunta lanzada al aire por una madre de dos niños que llegaron a su vida mediante la adopción.

La pregunta iba a destinada a las personas que, como es mi caso, tenemos hijos mediante la adopción y, además, mediante la biología.

¿Cuáles son las motivaciones, planteaba ella, para elegir las dos vías a la vez? 

Comentaba que su motivación para adoptar, en lugar de elegir la vía biológica, era principalmente el evitar traer nuevos niños al mundo cuando ya existen otros muchos que necesitan una familia. Por ello, le parecían vías contradictorias. 

Yo soy madre. Y lo soy por los dos caminos, el adoptivo y el biológico.

Mi concepto de formar una familia ha ido variando a lo largo de los años. Desde cuando jugaba a las Nancys con mis amigas y tenía una cuqui parejita de bebés blancos. Pasando por la etapa en la que renegaba de esos mocosos locos bajitos, sin olvidar cuando decía que yo iba a ser madre a toda costa, con o sin pareja. Hasta llegar a mi preciosa familia actual. Hubo un época que hasta quise ser madre de familia numerosa. Cielo santo.

Ser una madre como yo suscita muchos interrogantes en la sociedad. Y lo entiendo. Si yo misma me paso la vida cuestionándome todo, cómo no iba el resto del mundo a hacer lo mismo. 

La mayoría de esta gente que se pregunta cosas sobre mi familia, no ha llegado nunca a decírmelo abiertamente. Gente que nos ve por la calle o en los restaurantes, familias del cole, amigos de amigos que nos encontramos una primera (y única) vez, familiares lejanos. 

Otros, los menos, sí que lo han hecho. Gente que, como los de arriba, nos ve por la calle, amigos de amigos que no nos han visto nunca, familiares cercanos y lejanos, peluqueras, profesores, estudiantes, solteros, casados, con hijos y sin ellos, niños de cinco años y ya no recuerdo quién... La curiosidad no conoce fronteras. 

Estas son más o menos las formas de plantear sus dudas:

Preguntas a bocajarro y sin mucho tacto (*):


¿Por qué has adoptado si podías tener hijos tuyos?

Y si podías tener hijos propios, ¿por qué elegiste la adopción?

¿Es que ya no pudiste tener más hijos por ti misma que tuviste que adoptar?

(*) Respuestas posibles al final del post.

Preguntas prudentes y educadas


¿Qué te llevó a pensar en la adopción

¿Era algo que ya pensabas de antes de ser madre por primera vez?

Preguntas infantiles


¿Por qué tienes una hija blanca y otra negra

Preguntas de certificado de idoneidad


¿Por qué queréis adoptar teniendo ya una hija biológica?

Todas estas preguntas no son cómodas. Ni siquiera si te las hace alguien de mucha confianza. Siempre te quedas con la sensación de que esa persona va a juzgarte, digas lo que digas. Te sientes obligado a responder, a dar unas explicaciones que no tienes por qué dar, o simplemente no te apetece dar en absoluto.

Y en ese sentirte obligado, sumado a que no quieres entrar en muchos detalles de tu vida, acabas diciendo algo que en realidad no es la respuesta que quisieras dar y que no llega a transmitir la complejidad del asunto. 

"La vida es más compleja que el eslogan de una pegatina" (Zootrópolis). 

Conozco familias monomarentales de madres biológicas y también de madres adoptivas. No conozco a ningún padre en solitario, aunque me consta que los hay. Conozco familias que sólo tienen hijos biológicos (la mayoría) y otras que sólo tienen hijos adoptados. Conozco familias sin hijos y sin perro. Otras sin hijos y con perro. Y finalmente conozco familias como la mía. Con hijos bio y de adopción (y perro, sí, también perro, y para más inri, no adoptado). 

Dentro de cada una de ellas, a su vez puede haber más intrígulis por tratarse de segundos matrimonios o arrejuntamientos. O terceros. O también si la pareja, cuando la hay, es de personas del mismo sexo.

El paisaje familiar es variopinto. Y voy más allá, las motivaciones de cada uno para decidir adoptar y/o tener hijos mediante la inseminación, natural o no, también pueden ser muy distintas.

Lo que tengo claro es que la gran mayoría de estos padres y madres del mundo, los que voluntariamente decidieron serlo, dirían que quisieron entrar en este grandioso viaje  de la maternidad y paternidad porque deseaban con todas sus fuerzas tener un hijo. Da igual si ese hijo salió de la tripa de su madre actual o de otra madre anterior que no pudo/supo/quiso hacerse cargo de ese hijo. 

La principal motivación es tener un hijo. Criarlo, quererlo, protegerlo. Con todo lo que eso conlleva.

Y esa ha sido, desde luego, mi principal motivación para ser madre. 

Después vienen los matices.

Muchas parejas llegan a la adopción como su última vía para ser padres. Cuando la vía natural no puede llevarse a cabo debido a infertilidad, esterilidad, enfermedad. Y me parece perfecto. Siempre y cuando sean capaces de comprender que la adopción no les hace padres o madres de segunda. Lo otro no sería perfecto, no porque a mí no me lo parezca, sino por lo que tiene de sufrimiento para ellos y para ese niño que será adoptado.

Otras parejas, como la que inspiró la redacción de este post, deciden ir directamente a adoptar porque consideran que es la mejor opción posible, dado que el mundo está lleno de niños desamparados. Y me parece también perfecto. Siempre que no consideren que tener hijos biológicos es un acto menos generoso que el tener hijos mediante la adopción.

Después tenemos a las personas que en soledad quieren tener un hijo, mayoría mujeres, y que adoptan porque prefieren esta vía a la de vivir un embarazo en soledad y/o sin saber nada del padre o por temas religiosos, o simplemente por los mismos motivos que en el caso anterior: mejor dar una familia a un niño que ya está en el mundo, que dar vida a otro niño más. Igual de respetable.

Luego tenemos a todos los que deciden que sólo serán madres y padres de niños biológicos, porque necesitan que el hijo tenga sus genes, porque necesitan vivir esa experiencia, porque es lo que han aprendido, porque es lo natural y lo más habitual y lo que lleva pasando toda la vida. Fenómeno. Siempre y cuando no nos miren a los que adoptamos como padres/madres de hijos que no son "propios". 

¿Creerá alguien que tus hijos son "tuyos" y te son "propios" por tener tu color de pelo?

Y luego estamos los demás. Los que hacemos las dos cosas a la vez. 

Quedarme embarazada implicaba experimentar en carne propia el milagro de la vida. El privilegio que los dioses decidieron conceder a la mujer en exclusiva. 

(Muchos años después me pregunto si esos dioses no concedieron aquel privilegio pensando en que sería un regalo o en que sería un castigo)

También era parte de la historia con mi pareja. Nos queremos, ergo tengamos un hijo resultado de ese quererse.

Por entonces necesitaba gestar un hijo y necesitaba parirlo.


Con el tiempo las cosas cambiaron. La adopción como opción para tener otro hijo, que rondaba por mi cabeza desde hacía tiempo, empezó poco a poco a tomar fuerza para pasar, poco después, a ocupar todos mis sentidos. 

Adoptar significaba dar una familia a un niño que no la tenía, un niño huérfano, creía yo al principio. Una de las muchas ideas preconcebidas sobre la adopción que en mi ignorancia de novata tenía. Una idea muy atractiva para alguien en busca de hacer algo bueno en el mundo, más allá de pagar la cuota anual de una ONG.

Dicen que no se debe tomar la adopción como una acción solidaria. Y yo estoy totalmente de acuerdo ahora. La adopción es otra cosa. No me gusta que la gente crea que soy buena persona por haber adoptado, ni que mi hija es un acto de solidaridad. No soy mejor persona que otras muchas personas que no han adoptado ni adoptarían jamás. No fui a por mi hija a Etiopía para colgarme la medalla de mejor persona del año. Simplemente quise ser madre de una niña que no tenía una familia que la protegiera, cuidara, quisiera y criara. 

Sin esperar a cambio nada más y nada menos que el privilegio de ser su madre y que ella sea mi hija. 

Y no, no es que no pudiera gestar más hijos. Es que ni siquiera lo intenté.

Cuando mi segunda hija llegó, sentí que mi familia estaba completa.

Hay montones de modelos de familia, todos igual de válidos, buenos, respetables.

Yo estoy encantada con la mía y muy agradecida.

Con mi hijas, nuestras hijas, que en realidad no son mías, ni nuestras, porque no nos pertenecen, ni son propiedad de nadie.







(*)Respuestas posibles a las preguntas indiscretas:


A/Pues mira verás, es que mi marido y yo dormimos en habitaciones separadas, ¿sabes? y ya no practicamos sexo.

B/Es que lo del embarazo y eso es un rollo, y no veas la lactancia, qué pereza. Mucho más fácil irse a África y traerse un nene de estos tan ricos.

C/Tengo una enfermedad mortal y muy contagiosa. Deja que te quite esa pestaña de la cara.






domingo, 7 de febrero de 2016

No es que no tenga tiempo, es que ya no me queda espacio mental


http://qta3.tumblr.com
Q-ta, Director de Arte japonés.

El jueves volvió a pasar.

Después de un mes de enero repleto de tareas, tanto dentro como fuera de la oficina, de ir como loca de un sitio a otro, de ser la taxista de la familia porque nos quedamos con un solo coche, mi cuerpo dijo "hasta aquí hemos llegado", y me dio otra vez la contractura de cuello que me deja baldada, tortícolis incluida.

Ese día además mi querida alergia me vino a hacer una visita, un poco enfadada conmigo, dada la virulenta forma en la que se metió en mi cuerpo y me hizo el día imposible.

Y fue entonces cuando pensé con todas mis fuerzas en que necesitaba un vida más tranquila. En realidad es un pensamiento recurrente que me asalta cada mañana, sólo que nunca tengo tiempo de recrearme en él, pues debo salir zumbando hacia mi carrera diaria, para sobrevivir en mi propia jungla existencial.

Tiempo. Ese santo grial de nuestros días. La falta de tiempo nos hace ir corriendo a todas partes. La falta de tiempo nos lleva a renunciar a ciertas cosas, normalmente las que más nos apetece hacer, en pro de las que tenemos que hacer impepinablemente.

La escasez de tiempo nos aleja del disfrute de la mirada, pues nos impide pararnos, ser conscientes de lo que hacemos, mirar cada cosa que hacemos a los ojos, durante un rato, para vivir realmente la vida que estamos viviendo.

Y en esas andaba, echándole el discurso de mindfulness a mi cerebro colapsado, cuando me di cuenta de algo.

En realidad no necesito tiempo. Lo que necesito realmente es espacio.

Mi amiga Nuria Puig lo explica divinamente en su ópera primera youtubera. Se trata de ordenar el espacio a nuestro alrededor, deshaciéndonos de todo lo superfluo, desapegándonos de los objetos... Para ordenar a la vez la mente.

Yo voy un poco más allá. Necesito deshacerme no sólo de objetos que puedo tocar, sino de pensamientos, recuerdos, estímulos, conceptos, imágenes mentales que me ocupan un valiososísimo espacio neuronal y que no me permiten avanzar.

Es como cuando liberamos memoria del ordenador o del teléfono. Todo parece funcionar mejor, ¿verdad? Ir de una carpeta a otra es mucho más fluido, navegar por Internet es una maravilla, entrar en la aplicaciones, escribir un post desde el móvil... Como yo ahora.

Si consigo limpiar un poco el coco, estoy segura de que ya no echaré tanto de menos el tiempo. Mi actividad cerebral, mucho menos contaminada de ideas, conversaciones, listas de tareas y agobios varios, será mucho más rápida y eficaz. Mucho más plena.

No necesito más tiempo, necesito menos cosas en mi cabeza.

Como cuando tienes un bolso enorme y lo llenas de cosas pero al revés. 

Bolso pequeño o ningún bolso en absoluto. That's it.