lunes, 25 de enero de 2016

Cosas que me importan un comino desde que tengo cuarenta y tantos

Lo malo de cumplir 40 es, sobre todo, el hecho de que algunos de 20 y de 30 se crean superiores a ti.

Por ser, simplemente, más jóvenes, y no necesariamente más guapos ni más modernos o más listos.

Juventud, divino tesoro.

Lo bueno de tener más de 40 años es que este hecho te importará cada vez menos. Éste y muchos otros asuntos pasarán a engrosar un lista (¡otra más!) de las cosas que te importan (casi) un bledo, un comino o una caca de la vaca.

"Frankly, my dear, I don't give a damn"




Que alguien se moleste porque digo que NO 


Estoy harta de leer artículos que predican que para vivir menos estresados y ser más felices tenemos que aprender a decir que no. Pero nadie te dice que, cuando lo aprendes y pones en práctica, te criticarán por ello, hablarán de ti a tus espaldas en grupos de wasap alternativos o serás parte de algún meme privado.

Lo importante es que como todo lo demás, cuando llegas a los cuarenta empieza a parecerte todo ridículo, y prefieres ser criticada a tener que asistir a ese evento familiar que no soportas. 

Incluso eres capaz de sacrificar ese punto de más en tu evaluación anual de la empresa (que por otra parte de poco sirve) con tal de evitar tener que hacer el curro de cinco personas a la vez o verte colapsada por trillones de mensaje de mail.

Parecer una borde ante mi falta de interacción social


Cada día que pasa me apetece socializar menos. No te lo tomes a mal, es que el tiempo es un tesoro que se evapora en un abrir y cerrar de ojos. Y hay que economizarlo, empleándolo sólo en aquello que es útil o nos gusta mucho. Así que lo primero es dejar de dedicar atención a cosas que no son ni lo uno ni lo otro.

¿Grupos de wasap del cole? ¿Grupos de wasap del gimnasio? ¿Grupos de wasap de cumpleaños? WTH?

Esto incluye las conversaciones banales de ascensor. Un buenos días es más que suficiente.

Que alguien se moleste por lo que opino


Me he pasado la mayor parte de mi vida intentando agradar a otros. Llevando extremo cuidado con las cosas que salen de mi boca, o de mis manos cuando escribo (excepto cuando conduzco, que me vuelvo Mr. Hyde). 

Y ya me he hartado. No es que me vaya a dar por ir diciendo "verdades" sobre la gente. Lo que voy a hacer es no tener miedo a decir lo que pienso y siento, no temer que otros se rían de mí o piensen que soy idiota. Puede que lo sea o que diga gilipolleces. ¿Y qué? Serán mis gilipolleces y ya va siendo hora de que las suelte al mundo para que se diluyan en la giliposincrasia colectiva.

Que me "recuerden" que algo que estoy comiendo o bebiendo engorda


¿Tú no estabas haciendo dieta?, me dices mientras clavas tu pupila en mi cookie gigante con trozos de chocolate. Y mientras saboreo esta guarrería llena de grasa y azúcar, te clavo mi pupila en tu rostro con ganas de decirte "déjame en paz, guapita de cara, ¿me meto yo con tu bigote?". 

Pero me callo y sigo adelante como si el sonido de tu voz fuera el de un irritante mosquito nocturno que finalmente encuentro y liquido.

Compartir espacio en el gimnasio con super cuerpazos


Me ha dado por ir al gimnasio con la edad. Y me doy cuenta de que es algo común. Soy tan normal como creía. El gym está llenito de cuarentañeras y -eros dispuesto a darlo todo por lucir palmito.

Algunos llevan allí toda la vida, ya iban cuando yo, a los veinte, pagué mi cuota anual y fui dos veces. Y siguen ahí. Por eso tienen esos cuerpazos, donde la grasa brilla por ausencia y los músculos brillan, también.

Yo, que soy de tener mi barriguita, y mi celulitis, debería ir tapada hasta las cejas por no poder competir con ellas. Sin embargo me niego. Cuando voy a entrenar lo doy todo. Y cuando se da todo, se suda mucho. Así que me importa un rábano que me cuelgue esa cosa horrible del brazo o se me vea el michelín. Bueno, confieso que algo me importa, por eso voy allí a dejarme la piel, pero como me pongo tan lejos del espejo, no me veo. Así que me visto con mi pantalón corto y mi camiseta de tirantes. Y que me miren, si quieren.

Por supuesto tampoco me escondo para ducharme. El cuerpo es bello y el michelín... realista.

No seguir los consejos de los demás


A la gente le encanta dar consejos. A mí no me va mucho e intento no darlos. Yo si fuera tú...creo que tendrías que...no se te ocurra hacer eso... ¿Quién soy yo para dar consejos a nadie?

Aunque sí escucho los que me dan a mí. He sido mucho de seguir la recomendación de mis amigos (no tanto de familiares) para cualquier cosa. Y ya se convirtió en vicio, hasta que además de los amigos, empecé a escuchar consejos de todas partes. Los blogs, las redes sociales, la señora de la sala de espera del médico... BASTA. Me estoy volviendo ya loca. Porque muchos, para más inri, son contradictorios.

Que bebas mucha agua, que no bebas tanta. Que el pelo largo te envejece. Que esa falda no te queda bien. Deberías arreglarte las uñas. Mejor si te tiñes de morena. No, casi que las mechas te favorecen más. Ponte tacones para ir a la oficina. Los tacones son malos para la espalda. Maquíllate, con efecto "cara lavada" (¿perdona?).

Que si esta peli está fenomenal o que es una bazofia. Que vayas a ver esta expo o que no se te ocurra. Si te duele la cabeza toma esto o aquello. Compra un colchón nuevo. Tira el cepillo de dientes. Jamás limpies tu cara con toallitas.

Apunta a tus hijos a robótica, no les dejes jugar con videojuegos, no les des leche, haz los deberes con ellos. No, mejor no. Internet es el diablo. Las redes sociales el demonio. Y el móvil un arma de destrucción pasiva. Los mejores juguetes son los padres.

¿Me dejáis en paz un poquito?

Estoy segura que tú, si estás en la edad, empiezas también a pasar un poco de todo, ¿a qué sí?











sábado, 9 de enero de 2016

Siete cosas que no volverás a hacer si eres madre de "casi" adolescentes

Blossom, aquella adolescente molona de los 80
Todo idilio llega a su fin. Incluso el maternal. Y por idilio maternal me refiero a esos momentos living the love en el que la maternidad es dura, pero tus hijos te dan un besito y todo se te pasa.

Cuando los hijos llegan a los doce años, antes si son algo más precoces, comienza una nueva etapa. La maternidad a partir de entonces seguirá siendo dura, y además ellos dejarán de darnos besos y decirnos que nos quieren. Aunque nos quieran y se mueran por darnos ese beso.

Poco a poco voy descubriendo cosillas nuevas en ese nuevo momento vivencial, y sobre la marcha voy aprendiendo, al igual que hice cuando mi hija era un bebé y mi máxima preocupación era que comiera, durmiera y que no se hiciera pis mientras le cambiaba el pañal.

En medio de esta verbena de mi vida, voy tomando nota de las cosas que voy a tener que dejar de hacer si quiero mantener cierto grado de estabilidad familiar y, sobre todo, mental. 

Y aquí las expongo como una forma más de expresión personal, no sé si a modo reivindicativo, paliativo o instructivo. 

1. Dejarás de entrar en su habitación para guardarle la ropa planchada. 

Y no será porque ella, o el, la va a recoger y guardar por ti, sino porque cada vez que lo hagas entrarás en pánico al ver que las COSAS están a punto de invadir y colonizar tu vivienda, como si de una de las siete plagas se tratara. El desorden va unido a la adolescencia y no te servirá de nada enfadarte, gritar, patalear o castigarle. Más te vale tragarte un tarro entero de paciencia. Y de postre una onza de comprensión hormonal. En el fondo es mucho mejor dejar de sufrir por el orden y dejarte llevar, ¿verdad?


2. Se acabó el comprarle ropa por tu cuenta y riesgo. 

Da igual que te creas super moderna y que lo que le adquieras lo lleve la bloguera del momento, o sea lo más original del mundo. Ella o él sólo verá que no ha participado en la elección. Puede que si hubiera ido contigo le hubiera encantado ese vaquero a jirones que has comprado en un arranque de modernismo. Pero ella o él NO estaba allí para decidirlo. Olvídalo y busca el ticket sin perder un minuto más. Si hasta vas a ahorrar y todo.

3. No volverás a ponerte a dieta

Algo que parece tan normal en tu vida porque llevas la mitad de ella haciéndolo (muy a tu pesar has heredado los genes de las barriguitas con las que jugabas de pequeña y la estupidez humana de querer llevar una 38), se convertirá en algo peligroso que no deberás mencionar ni practicar jamás en su presencia. No debiste hacerlo nunca, pues las dietas son más dañinas que el tabaco si cabe, pero ahora menos aún. Cualquier comentario en este sentido puede desestabilizar la cabeza mejor amueblada. Lo bien que te va a venir esto para el espíritu, confiésalo.


4. No subirás fotos suyas a Facebook sin su permiso. 

Ojo, esto no debiera tampoco haber pasado antes. Llegará un momento en el que los hijos se harán adultos y no les hará ni pizca de gracia todas esas fotos que se han subido a internet de forma indiscriminada. No me gusta poner fotos de mis hijas en las redes, y no lo hago, a excepción de Facebook, en mi perfil personal, donde sólo acepto a amigos. E incluso allí me corto bastante porque no me gusta exponerlas. Y en los últimos tiempos ya les pregunto si puedo poner la foto en Facebook y la respuesta casi siempre en NOOOO. Todo ello contribuirá a que el mundo mundial sepa menos de ti y que a los gigantes de las redes sociales les sea más difícil hacer caja.


5. No harás ningún plan sin consultarlo antes en plan comité familiar. 

C'est finit (espero que sólo temporalmente) el entusiasmo por todo lo que antes provocaba entusiasmo. La pereza, la rebeldía, el pie izquierdo o la hormona empezarán a desbaratarte todos los planes chachis de antaño. Ir de excursión, salir a tomar el aperitivo o visitar una exposición pueden convertirse en algo insufrible con una personita a tu lado que está de morros de un momento para el siguiente y sin saber muy bien el motivo. De nuevo conviene ponerse en su piel y no reaccionar de la misma manera que ellos. Ante los morros, una sonrisa y un abrazo (si te dejan).


6. Terminó aquello de quedo con amigos con hijos y ellos juegan mientras nosotros hablamos de nuestras cosas. 


Ahora ellos querrán formar parte de la conversación de los adultos, sobre todo si no hay niños de su edad alrededor. Hay que estar preparados para permitirles participar y evitar temas que puedan causarle desasosiego, agobio o pesadillas. Me doy cuenta de que la vida del adulto está llena de temas que provocan todo eso y más. Habrá que repensarse un poco, que nos ponemos demasiado serios.

7. Dejarás de pedirle a tu niña o niño, que ya ni es tan niña ni tan niño, que te recuerde las cosas. 

Esta edad, aparte de ser propensa al caos, es tendente a la pérdida de memoria a corto plazo. "Cariño, recuérdame esta tarde que vaya al chino a comprarte todo eso que necesitas". A la mañana siguiente, justo dos minutos antes de salir para clase, escuchas eso de "jope mamá, ya se te ha vuelto a olvidar comprarme la cartulina"... Y entonces, justo un minuto y 55 segundos antes de salir para el insti, y si hay suerte, te tragas tu grito de mala madre desmemoriada con hija aún más desmemoriada, mientras te visualizas a la hora de comer en el hiper asia y guardas las lentejas para el día siguiente. 

Menos mal que la legumbre aguanta bien en la nevera.




sábado, 2 de enero de 2016

Todo lo que pasó en 2015


Dos mil quince ya es historia. Aunque parezca que fue ayer cuando escribía mis propósitos para el año pasado. Que no soy yo de propósitos por aquello de no sentirme mal si no los llevo a cabo pero ya ves, al final siempre caigo en ellos.

Me propuse disfrutar de la vida tras cuatro años de dificultades económicas que nos tuvieron muchas veces al borde. De la desesperación, de un ataque de nervios y de convertirnos en emigrantes e inmigrantes de una tacada.

Quería viajar mucho y lo hice. Disneyland París fue nuestro primer destino interesante del año, un viaje mil veces postergado y que ya no podía aplazarse más. Un viaje maravilloso que mereció mucho la pena solo por ver como mis hijas disfrutaban de cualquier cosa que se encontraban.

Viajábamos a Mérida y allí tuve no sólo la suerte de conocer una ciudad preciosa plagada de historia y arte,  sino de reencontrarme con una de mis mejores amigas del mundo mundial. Aunque supo a muy poco. La vida sabe siempre a poco cuando eres feliz.

Organizamos un fin de semana con amigos en El Escorial que no estaba planificado y resultó perfecto. Ya casi ni me acuerdo de los bichos y la incomodidad de la cama del bungalow :)

Tuvimos dos escapadas de novios, la primera a Lyon, donde el calor casi nos desaparece, y la segunda a Barcelona para ver a U2 en concierto. Ambas estuvieron geniales y ojalá este año podamos hacer más.

Tuve la grandísima suerte de pasear una cálida tarde de otoño por París, en uno de mis viajes de trabajo. Única vez, desde que hace dos años y medio me embarqué en esta aventura de curro, que he podido disfrutar de París de verdad.

Por primera vez en mi vida hice un viaje con mis padres. El destino fue Girona, visitando Besalú, Castefollit de la Roca, Pals, Cadaqués, Figueres y otros pueblos alucinantes. Lo mejor fue la fideuá en Pals y el helado del Rocambolesc, delicioso. Mi madre recorrió estos lugares con dificultad debido a su delicada salud y tuvo que marcharse un día antes de lo previsto,  lo cual me apenó bastante porque puse mucha ilusión en el viaje. Eso y los mosquitos tigre nos chafaron un poco la experiencia. Sólo un poco.

También hemos visitado Aranjuez pero no hemos podido comer sus famosas fresas y casi perdemos el coche porque nos dejamos las llaves puestas mientras paseábamos por sus jardines.

Hemos ido al museo del Romanticismo, al Thyssen a ver a Munch, a la Fundación Telefónica a ver a Tesla, al Palacio Real a ver los retratos, al Museo de la Ilustración, al cine de verano del Conde Duque a ver Grease, al de invierno a ver montones de cosas como Star Wars (Episodio VII) o La oreja Shaun. Hemos hecho varias rutas por la Sierra como la de Las Cascadas del Purgatorio o La Pedriza. Hemos ido a comer y cenar a sitios molones y hemos ido por fin a Faunia.

Nos han faltado aún así muchos sitios que ver y rutas que hacer y paseos que recorrer.

He tenido dos bodas de familia en las que me lo he pasado muy bien, aunque una de ellas coincidió con la famosa fiesta de malas madres y eso me hizo perderme el reencuentro con muchas de mis blogueras favoritas... Menos mal que algunas pudimos quedar el día anterior y pasar una larga tarde de 8 horas juntas... que supieron a 8 minutos.

Me he quedado con muchas ganas de una escapada con amigas al norte de Europa que espero poder llevar a cabo este año.

He recibido buenas noticias y otras malas. He sufrido alguna que otra decepción. He tenido que consolar y ser consolada. He tenido que convencer, muchas veces sin éxito. He abrazado y reído, he besado y llorado. Me he preocupado y ocupado. He tenido noches en vela y he dormido siestas divinas. He leído mucho, siendo todavía poco. 

He pasado, entre viaje y viaje, entre plan y plan, momentos bastante chungos. Momentos de bajón anímico que a punto estuvieron de meterme en un pozo sin fondo. El terrible pozo de la depresión. Bajón anímico y estrés laboral que me han provocado dolores de cabeza, ansiedad, insomnio y un nudo en el estómago cada vez que mi querido esposo me despertaba entre semana para ir al trabajo.

Qué jodido es no tener ganas de nada, que absolutamente nada te haga ilusión y saber que no puedes caer, que tienes que seguir hacia delante porque la vida ha de seguir, contigo o sin ti. Y tus hijas y tu marido te necesitan. Mientras tú sólo quieres hacerte una bola en tu cama y dormir todo el día. Sin embargo te levantas y disimulas delante de todos, de tus hijas, de tus compañeros de curro, de tus amigas. Como vas a llegar tú, que tienes trabajo, y que tienes una familia adorable, que además está sana, que tienes casa, que puedes viajar y salir y comprar libros,  que tienes a tus padres, que tienes a tu abuela... ¿Cómo vas a osar quejarte y decir que todo te parece una mierda? Por supuesto no tus hijas ni tu familia ni tus amigos sino la vida en general, carente en ese momento, de sentido.

Es incomprensible para alguien que no ha pasado por ello y ojalá que si no lo comprendes no lo hagas nunca. No me quiero imaginar a las personas que no consiguen esquivar el pozo y acaban cayendo.
Me propuse salir de aquello y, aparte de mi santo marido que siempre estuvo ahí diciendo lo que tenía que decir o no diciendo nada, me ayudó mucho el empezar a hacer ejercicio con mayor frecuencia. Es increíble el poder sanador del ejercicio físico. A pesar de que mis dolores de la endometriosis no me lo han puesto fácil, la sensación de subidón que se siente al acabar una actividad física me hacían seguir adelante y vencer la pereza de las primeras semanas. Tal es la cosa que yo, dormilona empedernida, he estado madrugando en vacaciones para ir al gym.

Tengo un poco de miedo al invierno que llega, pues el frío y las nubes no le van bien a mi estado anímico.  Voy a poner todo de mi parte, como explicaba en mi post anterior, para pensar menos y vivir mucho más. Espero que la primavera me pille con muchas horas de risas a la espalda y mucha energía acumulada.

Por lo pronto empiezo mi anhelado Curso de Escritura en enero,  ver si eso me hace ponerme las pilas y consigo acabar mi relato.

La verdad que mirando el 2015 desde este dos de enero de 2016 veo con orgullo que la cosa no fue tan mal y que todo pinta mucho mejor para lo que está por venir. Y no me refiero a las cosas que me pasarán, sino a como yo pienso vivirlas, que es al fin y al cabo lo único que puedo controlar.