domingo, 25 de enero de 2015

Un lugar en el mundo

No te voy a traer la luna
Ni llevarte de paseo por las nubes

No quiero para ti coronas
Ni medallas, ni laureles

No podré regalarte un tesoro
Ni rodearte de placeres

Tan sólo quiero que tengas
Un lugar en el mundo

Ese lugar que es sólo tuyo
Que te corresponde
Que te mereces

Un espacio donde puedas ser tú
Sin que los demás se alteren
Ni te alteren

En el que te sientas libre
En el que te sientas, sobre todo, feliz
Y a veces, tengas derecho a estar triste

Tu sitio
Ese en el que puedas mirar sin celo
Hablar sin miedo
Tocar, sentir, pensar, oir, oler, soñar

Un rincón sólo para ti
Un lugar donde VIVIR

viernes, 16 de enero de 2015

Querida maestra

Querida maestra,

Hubiera sido todo más fácil si hubiera escrito antes esta carta, tras nuestro primer encuentro.

Si le hubiera contado que, tras esa primera vez, me fui a casa con una enorme desazón por todas las cosas que me dijo. Pero sobre todo, por todas las cosas que no le dije.

Si le hubiera dicho, con esa asertividad tan difícil de aplicar, que sus palabras me causaron cierto malestar. Que me hubiera encantado escuchar alguna palabra amable y positiva, algo bueno que contar a mi niña cuando me preguntó a media voz, como intuyendo la verdad: mamá, ¿qué te ha dicho la profe sobre mí?

"Es una niña sin límites" comentó, "está asilvestrada, se levanta de su sitio constantemente, habla con los compañeros, va al baño cuando le apetece". "No sabe leer, no presta atención".

Hubiera sido, quizá, más facil si yo hubiera sido capaz de contarle cosas de ella, de su inquietud constante, de su necesidad de movimiento, de su necesidad de saber qué es cada cosa que ve experimentando, probando, tocando. Tocar es para ella fundamental. No puede estar delante de una mesa, por ejemplo desayunando en la cocina, y tener delante el frutero sin tocar las frutas. O el papelito del caramelo que se quedó sin tirar a la papelera, o el ticket de la compra. ¿He de prohibirle que toque? ¿Es algo tan malo? Discúlpeme, es una pregunta seria, es que no sé muy bien cómo enfocar esto.

Sí, sé, como bien me repitió usted en nuestra segunda cita, que mi hija no es la única, que tiene usted muchos alumnos, y que no puede dedicarse a ella en exclusiva. Tiene toda la razón, jamás se me ocurriría pensar lo contrario. Mi hija no es la única. Sin embargo es ÚNICA y especial, como todos y cada uno de sus alumnos. Creo que sería todo mucho más fácil si pudiera verlos con esa mirada.

Déjeme, por favor, que le siga hablando de mi hija. Como le comenté y usted ya sabía, es una niña a la que le cuesta mucho concentrarse, cualquier cosa hace que su cabeza se vaya a otro sitio. Es capaz de ver una película, pero sin dejar de moverse en el sofá probando mil posturas diferentes, por ejemplo. Cuando me sentaba con ella de noche de muy chiquitina a contarle cuentos, era incapaz de seguir el hilo pues se despistaba con cualquier objeto de su cuarto o el dibujo de turno. Acabar un libro era misión imposible. A día de hoy no ha cambiado mucho.

Al igual que necesita el contacto humano continuamente, que le abracen, que la acaricien, que la traten con cariño. Sí, me dirás que todos los niños lo necesitan. Aunque creo que unos más que otros. Ella, en el momento que se siente rechazada de alguna manera, y puede que sea sólo producto de su imaginación, llora y grita desconsolada, como si el mundo se le hubiera caído encima. No sé si será por la adopción, algunos expertos dirán que sí. De hecho, hay varios libros y estudios que hablan de ello, de la particularidad de la adopción y la escuela. Al gual que usted me recomendó que buscara libros sobre cómo conseguir aumentar la concentración en los niños, permítame proponerle a usted el libro de Beatriz San Román sobre Adopción y escuela, se aprende mucho sobre niños que han sido adoptados y su forma de vivir la escolaridad.

A lo mejor hubiera sido más sencillo si le hubiese comentado que en ella los reproches o regañinas no sirven de mucho, pues lo único que consiguen es dejarla dolida y sin consuelo. No, no vaya a pensar que no la regaño nunca. Sólo le digo esto porque he comprobado que con ella existen otros medios mucho más eficaces para que comprenda lo que está bien y está mal. Sin gritos, sin malos tonos. Hablándole con tranquilidad, tocándole el hombro, mirándola a los ojos. Las cosas van mucho mejor cuando se le premia que cuando se la castiga. "Si haces esto, tendrás esto otro" es mucho más eficaz que "si no haces esto, te quito aquello". La invito a probar esta forma de relacionarse con ella, de verda que no creo que le lleve mucho más tiempo que el que ya emplea en su día a día y los resultados van a ser mucho mejores. 

Hubiera sido todo más fácil, lo sé, si mi hija fuera una alumna aplicada, callada y tranquila, con una velocidad de lectura de 80 palabras por minuto, ese tipo de niña que siempre termina antes la tarea y pide más, esa que escribe con letra perfecta y no se sale de la raya al colorear. Perdone que no pueda ofrecerle eso. Disculpe que mi hija sea un poco diferente y que con ella necesite dosis de paciencia y cariño extra. El principal objetivo de solicitar las tutorías no era pedirle esa varita mágica que me comentó que no tiene, sino saber si usted estaría dispuesta a darle lo que necesita para que consiga "cumplir el programa". Otra historia es que el programa sea el adecuado, cosa que no voy a tratar aquí ahora.

Lo de la varita sé que no se lo puedo pedir, aunque si lo pienso bien, sería una maravilla que usted tuviera una. Teniendo en cuenta lo que le gustan a mi hija las varitas y la magia estoy segura de que haría mejor los ejercicios y aumentaría un equis por ciento su velocidad de lectura. En fin, que me salgo del tema. Es que verá usted, aunque no venga a cuento, tengo que confesar que Marie Poppins es una de mis pelis favoritas.

Como segundo objetivo tenía el que saber cuáles son, a su juicio, las mejores cualidades y aptitudes de mi hija. No hablo de la lectoescritura ni de las mates. Hablo de la creatividad, del arte, de la música, del deporte, de la expresión oral, de las habilidades sociales, de la empatía. Hablo de esas "otras cosas" que no aparecen en el programa o que de aparecer, quedan relegadas a un tercer o cuarto plano. Aquello en lo que ella es buena o es mejor. Se me ocurre que quizá, si consigo (conseguimos, pues esto es trabajo de todos) motivarla y reforzarla con aquello que se le da mejor, obtendrá mejores "notas" en todo lo demás.

"Es muy cariñosa" me contestó usted. Y me quedé un poco hecha polvo y un poco preocupada de escuchar esto cuando le pregunté si podía contarme algo bueno de mi hija. Tal vez no me exprese bien. Dios no me concedió el don de la palabra hablada, sino el de la escrita. Sí, creo que debe ser eso, que no logré exponer bien mi pregunta y por eso obtuve esa respuesta. 

Hubiera sido todo infinitamente más fácil si usted no se hubiera ofendido en la última tutoría al creer que yo cuestionaba su profesionalidad. No fue mi intención hacerlo y creo que usted malinterpretó mis palabras. Ya le pedí disculpas, varias veces, por ello. Hubiera sido más fácil si usted me hubiese hablado de otra manera, escuchando, dialogando, sin estar a la defensiva. Me hubiera encantado escuchar también un "siento haberme puesto así, siento si te he malinterpretado". La asertividad es difícil para todos, lo sé. 

Hubiera podido ser todo tan fácil. 

Va a ser difícil. Es muy difícil educar, sobre todo cuando las cosas no son como marcan los estándares. Dios no me concedió el don de la paciencia, pero sí el de la perseverancia. Cuando quiero algo, cuando algo me motiva, lo consigo, así me cueste noches sin dormir, lágrimas para llenar cubos, peleas conmigo misma y días en los que quiero mandarlo todo al carajo.

Me encantaría que formáramos un equipo, nosotros los padres y usted la maestra. Me encantaría que   entre todos hiciéramos "magia" para que L.E. saque lo mejor de sí misma, aprenda cada día un poco más, mejore cada vez más como persona y que todo eso sea sin olvidar que, lo más importante de la infancia, por encima de saber leer y escribir, es crecer feliz.

Gracias, querida maestra, por entenderlo.



lunes, 12 de enero de 2015

Es inevitable

Cada vez que te miro siento una mezcla entre ternura, amor, orgullo y miedo
Una mezcla imposible de cosas buenas y no tanto
Porque el miedo no debería ocupar un sitio en nuestra historia
El miedo debería sólo sentirse cuando se ven películas o se leen historias de ficción

Pero no lo puedo evitar

Y algunos dicen que es bueno
Que nos ayuda a sobrevivir
Que nos hace ser prudentes

Y no, no me lo creo

El miedo sólo sirve para mantenernos despiertos de noche
O dormimos soñando cosas terribles
Como ir por la calle desnudo, huyendo de un asesino loco que te llama a gritos
O sentir que te electrocutas sola en el baño sin poder pedir auxilio.

Cada vez que te pienso me invade la nostalgia de un tiempo pasado que no sucedió así
Un conjunto de datos reales entremezclados con otros datos imaginarios
Con sentimientos que copié de la tele y conversaciones que alguna vez leí en alguna parte

Pero no lo puedo evitar

Soy incapaz de olvidar tu recuerdo
El momento de una vida que ya no viviré y que jamás tuve
Por mucho daño que me haga a mí misma y a mi verdad

Cada vez que te escribo me lleno de palabras que nunca diré
Y que si acaso digo no sé por qué
A veces quise decir tanto, a veces dije tanto.

Pero no lo puedo evitar

Seguir mirando
Seguir pensando
Seguir soñando

No lo puedo evitar

sábado, 10 de enero de 2015

No me gustan los maridos


Mañana es mi cumpleaños. Pero no estoy contenta, porque cumplo doce y eso significa que ya soy mayor y que me tengo que casar. Mis padres me eligieron marido hace ya tres años, yo les oí hablar de ello desde mi cama y sentí mucho miedo. No me gustan los maridos. No me gustan esos señores con bigote que dicen a las mujeres cómo tienen que hacer las cosas. No me gusta mi padre porque le dice a mi madre cómo tiene que hacer las cosas. Y se lo dice gritando la mayoria del tiempo. El señor que va a ser mi marido tiene 40 años. Es un viejo. Un primo lejano de mi madre que vive en el Norte. Alli deberé marcharme y ya no podré ver a mis hermanos. A ellos sí que les quiero. Me gusta jugar con ellos al fútbol en la calle. Me gusta leerles cuentos. Mi madre dice que cuido bien de mis hermanos y que seré una buena madre. Pero yo no quiero ser madre. No sé cómo se cuida un hijo. Me da miedo tener un bebé en la barriga. Me da aún más miedo que ese señor de 40 años me haga cosas para meterme un bebé en la barriga.

Por favor que alguien me ayude. Que venga alguien a salvarme como en las peliculas. Que suceda un milagro. Que de repente ese señor muera, ya es viejo y lo mismo muere. O que me muera yo. Creo que me da menos miedo morirme que casarme.


Este relato ficticio está inspirado en un articulo de El País titulado La losa de casarse de niña.  Sólo resaltaré un dato: más de 700 millones de mujeres en todo el mundo, según Unicef, se ven afectadas por el problema de los matrimonios antes de la mayoría de edad.