miércoles, 23 de julio de 2014

Cuando las amistades infantiles se complican

Mi hija L. cuando tenía tres años: “¿quieres ser mi amiga?"

Esta frase la repetía como un mantra a todas las niñas del parque y de cualquier sitio al aire libre donde encontraba a peques más o menos de su misma edad.

La mayoría le decían que sí y todo era felicidad y se juraban amor eterno para toda la tarde.

Cuatro años: "Mamá, tengo una amiguita en el cole que me invita a jugar a su casa? ¿Puedo ir mamá?

Mi hija mayor fue muy precoz socialmente. Comenzó a esta tierna a edad a frecuentar casas de compañeras de clase, en especial de una de ellas, con cuyos padres siempre nos hemos llevado la mar de bien y que a día de hoy se han convertido en amigos.

Cinco años: "Mami, ¿me dejas quedarme a una fiesta de pijamas en casa de C.? Porfaporfaporfaaaaaa"

Las relaciones se iban estrechando más y más...y era raro el fin de semana en que no viniera una niña a casa o fuera ella a la suya.

Al principio me estresaba un poco. Luego ya hasta me gustaba. Porque significaba que esa tarde noche quedábamos los padres a tomar algo en la casa donde se celebraba la pijamaparty y nos echábamos unas risas.

Crearon un grupo muy majo de amigas esos primeros años. Y por ende, los padres y madres también.

Tenían sus discusiones y sus cosas, como todos los niños, nada que no se solucionara con un "perdona" y un beso.

Jamás hubo un insulto, o al menos no fui consciente, o una burla.

El tiempo fue pasando entre fiestas de cumpleaños, de pijamas y tardes de juegos en habitaciones donde con cabía un alfiler por culpa de los juguetes acumulados.

Hasta que llegaron los ocho años y el cole decidió separar y mezclar las tres clases de tercero de primaria que habían estado juntas desde que empezaron con tres años.

"Por el bien de los niños", "es algo muy bueno para ellos que les aportará muevas amistades", "así se abren más y también desaparecen las etiquetas".

Era yo la única que no estaba contenta con la decisión. No me parecía que fuera bueno que separaran a amigos que llevaban cinco años estrechando lazos. En esta primera infancia se conforman relaciones muy importantes y a la vez muy frágiles. Lo primero porque se comparten muy buenos momentos y se crece en compañía de esos amigos. Se aprende con ellos. En unos años donde el tiempo pasa muy muy lento y todo se magnifica. Es sencillo hacer amigos con cinco años y a la vez es muy fácil perderlos con la separación, pues ellos no tienen los medios que tenemos los mayores para mantener una relación a distancia.

Si me cambio de trabajo puede que mis relaciones de amistad cambien debido a la falta de contacto diario, pero seguiré pudiendo hablar con la gente por mail, teléfono, whatsapp... Y quedando con ellos. Un niño no. O los padres ponen de su parte o finalmente las relaciones se van perdiendo en pos de otras que vendrán.

"Se verán en el patio", sí pero no. Al principio claro. Con el tiempo...no tanto.

L. con ocho años: "mamá, tengo un montón de amigas nuevas en clase, estoy muy contenta, y sigo viendo a las demás en el patio, además tengo a M. conmigo, he tenido suerte".

L. Con nueve años: "mamá, me gustaría que las cosas fueran como antes. Casi no veo a mis amigas de siempre y las nuevas...no estoy tan segura de que sean amigas...hay mucho líos".

"¿Qué clase de líos, hija?"

Entonces me cuenta historias larguísimas sobre menganita a la que no le cae bien fulanita y no quiere que el resto le hable y ella no sabe qué hacer porque quiere estar con todas y no entiende por qué no pueden llevarse bien y ser amigas sin más.

Así nos pasamos cuarto curso.

Llegamos a quinto y todo se enrevesa más. Los líos de antes la enredan a ella también en una espiral de conspiraciones, tejemanejes, cotilleos malintencionados, suspicacias y envidias. Quizá me he hecho mayor, puede ser. El caso es que pensaba que todo eso era cosa de adultos.

Cuando estamos a punto de finalizar el año empieza a llegar llorando a casa porque la situación le supera. Sé que son cosas de niñas, que no debo mirar con ojos de madre de 40 años, como bien explicó Merak Luna en su post de esta convocatoria del #hayvidadespuésdelos6.

Sin embargo no puedo evitar sentir rabia y unas ganas enormes de plantarme delante de estas niñas y decirles cuatro cosas. La vida no puede empezar a llenarse de mezquindades a esta edad. La infancia está para disfrutarla y jugarla y no para perderla pensando en si no soporto a tal o cual o voy a excluir a éste o aquél de los juegos porque me da la gana. 

De todas formas no lo hago.

El último día de curso respiré aliviada porque pensé que el verano se encargaría de calmar los ánimos para el curso que viene.

Cuando estos días ha vuelto a quedar con sus amigas de siempre, con C., M. y con P. en la piscina, y la veo tan feliz, me sigo cuestionando si de verdad ese cambio de hace tres años fue realmente bueno para ella (y otros niños de su promoción). 

Mirando la parte positiva, todo esto la ha hecho crecer por tener que enfrentarse a situaciones un poco complicadas. Aunque, me pregunto, ¿había necesidad? 

jueves, 17 de julio de 2014

Hacer las cosas como una chica, de belleza real


           
                                     

Seguro que ya has visto la campaña viral que inunda estos días los timelines del mundo entero.

Like a girl es un anuncio de larga duración de una marca de compresas, que trata, como tantas otras firmas que venden productos al segmento femenino, de extender un mensaje positivo acerca de las mujeres. 

Bien, siempre es bueno extender mensajes en positivo sobre la mujer, mensajes que salten por encima de esos estereotipos absurdos y trasnochados sobre el sexo débil, la mujer en la cocina, las niñas quieren ser princesas o el fútbol y el bricolaje son cosa de hombres, por citar algunos.

Sin embargo algo me chirría en todo esto. Algo que me resulta complicado de explicar. Algo que he intentado, erróneamente, argumentar en la red social interna de mi empresa, en respuesta a alguien que comentó sobre este vídeo, y que no he conseguido transmitir. En parte porque lo he dicho en inglés y en parte porque necesitaba un blog post enterito, como éste.

Es un buen mensaje, que trata de convencer al mundo de que hacer las cosas como una chica es tan bueno o más que hacerlas como un chico. Intenta quitar la connotación peyorativa al concepto de hacer las cosas como las mujeres las hacen, como las chicas las hacen.

Es una buena campaña desde el punto de vista creativo. El mensaje es muy potente y tiene todos los ingredientes de un buen anuncio viral. Ya se acerca a los 38 millones de visualizaciones en YouTube, y ni siquiera ha pasado un mes desde su lanzamiento. No sé cuántas menciones llevará en las redes sociales. Millones también seguro. Enhorabuena a los chicos y chicas de Leo Burnett por el trabajo. Supongo que ya se imaginan recibiendo esos premios tan ansiados por todo el gremio publicitario, tanto o más que el aumento de la cifra de ventas de su cliente. Una marca, Always, que vende compresas como dije antes y que pertenece al gigante del gran consumo Procter & Gamble.

Entonces, si todo me parece tan bonito, ¿por qué hay algo que no me gusta? ¿Qué me hace sospechar de un simple anuncio que trata de "hacer el bien"?

Ayer escuchaba en la radio que según uno de esos estudios de la Universidad nosécuantitos de USA, las mujeres tendemos a sentirnos mal, bajas de ánimos, con la autoestima por los suelos, cuando vemos en nuestros muros de Facebook lo estupendas que están nuestras amigas.

Da que pensar.

Si busco en Google autoestima y mujer me encuentro miles de cursos, seminarios, talleres y consejos varios para reforzar esa cualidad en la mujer, al parecer tan poco abundante hoy día.

Da mucho que pensar.

Si yo, que he empleado unos pocos minutos en "documentarme", me doy cuenta de que existe una tendencia enorme a que las mujeres nos infravaloremos, ¿qué no harán estas poderosas multinacionales con sus millones de dólares para encargar concienzudos estudios de mercado y descubrir nuestros puntos débiles? Me los imagino, a todos esos directivos en sus despachos de 100 metros cuadrados, tratando de vendernos cremas que prometen la eterna juventud o un culo de anuncio de bikinis hasta las trancas de photoshop.

He sido testigo de cómo se retocan hasta lo indecente fotos de una importante marca de moda porque a pesar de que los modelos están estupendos, la ropa no queda nunca tan perfecta en la realidad. Horas y horas para mostrar una falsa perfección.

Todo es mentira.

Tratan de mostrarnos un mundo que no existe. Para que aspiremos a ser como nunca seremos y estemos en continua insatisfacción con nosotras mismas.

Como hace también la campaña por la belleza real de Dove, perteneciente a Unilever, otro gigante del consumo que se apropió, de forma muy inteligente, del rol de defensor a ultranza de la autoestima de la mujer. Todas sus campañas posteriores han ido en esa línea y si vas a su página web puedes ver que bajo la sección Our mission dice lo siguiente: Girls Self-Esteem y Real Beauty. 





O las de Pantene, como la del Not sorry que puedes ver aquí abajo.


De acuerdo. Los mensajes son positivos y siempre es bueno que se extienda entre la sociedad el concepto de igualdad, sea de género o de otro tipo. Los anuncios me gustan y de hecho, fui la primera en aplaudir a Dove cuando comenzó con esto. Sí, yo también caí en sus redes.

Pero hay algo en el fondo que no me convence y que me hace replantearme si realmente me gusta o no este tipo de publicidad. Si realmente es mejor que otro tipo de publicidad que no intenta asociarse a la autoestima de la mujer.

Porque imagino a un grupo de ejecutivos frotándose las manos pensando en todo lo que va a vender de esto o aquello cuando consigan llegar al corazoncito de todas nosotras. Hacen como que están de nuestro lado. Hacen como esta gente rica que viste de Zara para aparentar normalidad. Hacen todo lo posible para despertar en nosotras emociones positivas que nos hagan amar la marca y, por ende, comprar sus productos.

Y todo ¿para qué? Para que seamos las más bellas del mundo mundial. Otra vez lo de siempre. Otra vez la angustiosa rueda de la belleza que nos mantiene atontadas y con la autoestima por los suelos.

No hace falta tener cincuenta cremas en el baño, ni siquiera de Deliplus. No hace falta usar la talla 40 o 42 (ya no digo nada de la 38 hacia abajo). No pasa nada si un día nos olvidamos de maquillarnos y ese día precisamente nos encontramos a nuestra compi de oficina divina de la muerte o la vemos en Facebook más delgada. No pasa nada porque tengamos nuestra tripa de embarazadas o nuestras patas de gallo. No pasa nada porque la celulitis campe a sus anchas de cintura para abajo (a veces también para arriba).

No pasa nada.

No pasa nada.

Esto lo repito tanto a ver si me lo creo yo misma.

Y para ello, para creerse estas cosas, nada mejor que escuchar a esta mujer, Colbie Caillat, que con este tema Try, nos anima a disfrutar de esa belleza de verdad que tenemos todas (y todos). 

Gracias Nuria por descubrirmela. Me ha gustado mucho. Me la pondría en el espejo del armario.

Yo voy a intentarlo, ¿y tú, te animas?








viernes, 11 de julio de 2014

No es lo mismo que te llamen ¡negro! que gafotas cuatro ojos o gordoballena


Los niños empiezan a ser conscientes de que tienen un color de piel diferente al que predomina a su alrededor muy pronto.

L.E. tenía tres añitos cuando comenzó a darse cuenta de que ella no era como los demás. Empezó a fijarse en otra gente negra y a señalarles sin saber muy bien por qué. Hasta que un día dijo: mira mamá, ese es como yo.

Otro día me preguntó que si ella iba a ser blanca de mayor. En su inocencia pensó que este deseo también llegaría al "ser mayor", como lo de tomar café, conducir, quedarse hasta tarde viendo la tele o tomar coca cola con cafeína. Ah, y tener novio, se me olvidaba.

Cuando comento este tema con amigos o conocidos muchos de ellos, con toda su buena intención, me cuentan historias sobre ellos mismos o sus hijos siendo discriminados en el cole por llevar gafas, tener unos kilos de más, llevar aparato en los dientes o ser considerado el empollón de la clase. Yo misma sufrí mucho por esto último, a lo que se unía una timidez enfermiza que toda mi vida luché por superar. 

Pero no. No es lo mismo ni mucho menos. "¿No se trata de la diferencia?" Me preguntaba hace poco una de estas amigas, "no entiendo por qué es distinta una cosa de la otra". Y yo prometí escribir este post para explicarlo.

Hace bastante tiempo leí un gran post de la genial madre de Marte donde hablaba de este tema. Ella explicaba con una lista bastante larga las diferencias entre una y otras. 

No voy a enumerarlas aquí todas ni mucho menos porque ya lo hizo ella muy bien. Recomiendo leer su artículo.

Sólo quiero resaltar tres puntos que para mí son fundamentales y añadir un matiz.

Para empezar, no es lo mismo ser que estar o llevar. Es decir, no significa lo mismo "ser" negro que "estar" gordo o "llevar gafas". Siempre puedes dejar de estar gordo y quitarte las gafas. Nunca dejarás de ser negro ni aunque te blanquees al estilo Michael Jackson.

Otro punto importante es el diferente tono con el que se meten con un niño por ser negro. Imagina a un niño diciendo a otro ¡negro! Y ahora a otro diciendo ¡gafotas cuatro ojos capitán de los piojos! Puede que en este último caso se oigan risitas absurdas de abusón, en cambio en el primer caso no habrá risitas, habrá desprecio y hasta me atrevo a decir que una mueca de asco. No me toques, no te acerques a mí. Los niños no negros que insultan a niños negros aún no saben muy bien por qué sienten eso, por qué dicen negro como un insulto. Sus padres o los adultos de quienes lo han aprendido sí que saben.

Los adultos no discriminan a otros adultos o niños por llevar gafas o aparato, ¿os imagináis? Por estar gordos sí, aunque no tiene que ver con la diferencia sino con que no siguen los cánones de belleza que nos venden como ideales. En cambio sí que hay adultos que discriminan a otros adultos por ser negros. Y lo peor, también a niños. Son pura y simplemente racistas. Lo que va en contra de los derechos humanos y la constitución española, los valores más elementales y el sentido común.

Y esto me da pie a comentar uno de los puntos que menciona la madre de Marte y que copio textualmente:

En ninguna época ni lugar se ha discriminado de forma general a las personas gordas o con gafas. No se les ha matado, ni segregado, ni obligado a usar lavabos o medios de transporte distintos. No ha habido esclavitud de gordos, ni de personas con gafas. Ni apartheid. Tampoco se ha hecho beber de fuentes distintas ni entrar por puertas traseras a los bajitos, ni a los que llevan gafas, mientras que sí existe una historia de discriminación real hacia los negros o hacia los indígenas en muchos países, y eso no ha desaparecido de un plumazo. Somos herederos de esta historia.

Hay muchos más argumentos sobre las "diferentes" diferencias. Yo me quedo con estos. 

Sí, sé que este último punto no puede aplicarse a los niños en el cole, al menos no a los niños de cinco o seis años que aún no conocen la historia del mundo ni saben quién era Mandela ni Luther King o han visto películas como El mayordomo. Se aplica, eso sí, a los padres y madres blancos de esos niños negros. Quienes no podemos evitar pensar en todo ello cuando nos vienen nuestros hijos y nos cuentan que quieren convertirse en blancos. Porque sabemos que esto es sólo el principio de un camino plagado de escollos. Por su color de piel y por su condición de haber sido adoptados. Porque llegará un momento en que dejarán de ser niños, saldrán al mundo sin nuestro escudo protector y tendràn que ver, oir y vivir cosas muy desagradables que todos nosotros quisiéramos evitarles.

Porque somos sus padres y madres. Porque les queremos con todas nuestras fuerzas. Porque les querríamos aunque fueran dinosaurios.

Y nos encanta su piel, su pelo, su cara...nos gustan tal y como son. 

Aunque sí, todo sería más fácil si fueran blancos, desgraciadamente es así. Este mundo está plagado de injusticias y sinrazón. De mala gente que se cree buena gente. De políticos estúpidos que pregonan estupideces del tipo "fuera extranjeros" y ganan elecciones. De boludeces, como diría mi amiga Pao.

Afortunadamente, por otro lado, el mundo tiene otro tanto de lo otro, de cordura, de buena gente, de personas que son capaces de cambiar a mejor, de niños preciosos que no entienden de diferencias, de adultos fantásticos que creen en la igualdad, la diversidad, y la riqueza de la multiculturalidad.



martes, 1 de julio de 2014

Te querría aunque fueras un dinosaurio

-"No me queréis porque soy negra"

-"¿Por qué dices eso hija?, sabes que te queremos mucho y te lo decimos todos los días"

-"¡Porque lo sé! -llorando- sé que es imposible que me queráis"

-"Te quiero mucho, y te querría igual aunque fueras azul o verde, incluso si fueras violeta, que es un color que no me gusta"

Medio sonrisa...

-"Si fueras un dinosaurio a lo mejor no te querríamos...bueno, creo que sí te querríamos pero no podríamos darte estos abrazos gigantes porque serías tan grande que no cabrías en los brazos, y eso sería una pena"

Sonrisa completa, con los ojos llenos de lágrimas.

La conversación continuó con sus altos y bajos, hubo mucho llanto, mucho abrazo y mucho beso. 

... Hasta la siguiente crisis... Esto no ha hecho más que empezar