sábado, 26 de abril de 2014

Para siempre

Soy medio boba. Lo confieso. Siempre he creído en el amor para toda la vida. La vida como una comedia romántica sin final. Eterna.

Y así me fue. Mi primer amor de la infancia, que fue mi primer novio de la adolescencia, me salió rana y me dejó a los tres meses de prometerme amor forever. Fue un chasco terrible. Entré en barrena con catorce años y me pasaba el día con cara de acelga pocha y ojos de cordero degollao mirándole embelesada. Íbamos a la misma clase. Yo fui a primero de BUP, que es lo siguiente a ir a la EGB, sólo que con granos en la cara.

Con el tiempo, y gracias a los consejos de mi padre, el susodicho acabó rendido a mis pies de nuevo. Básicamente porque dejé de mirarle y aparenté un pasotismo digno de Oscar. Aunque luego volvió a dejarme tirada y así una y otra vez hasta que al final me cansé de ser estúpida y de creerme sus historias y me enamoré de otro.

Por supuesto me enamoré otra vez para siempre. Con todas las promesas y todos los futuros. El cuento de hadas.

Tropecé con la misma piedra cual animalico. El príncipe se hizo sapo y todo hizo bluf. Para volver a vestirse con las galas reales, engatusarme y desaparecer de nuevo. Y cuando ya me había desencantado del todo, regresar cual pimpinelo para que yo, toda chula, le dijera VETE y pega la vuelta.

En fin, mi vida amorosa ha sido una especie de telenovela venezolana. Y no, no voy a crear una nueva sección en el blog sobre amores y desamores, aunque me daría para un blog entero.

Con los amigos me pasa un tanto de lo mismo. Para mí la amistad es sagrada e infinita. Tal vez porque me cuesta hacer amigos, así que cuando creo que los he hecho, los intento mantener por los siglos de los siglos. Alguien dijo alguna vez eso de que los amigos son un tesoro y bla bla. Y yo me lo creí a pies juntillas. También me tragué lo de que la amistad hay que regarla y todas frases cursilonas en torno a la amistad.

Que si el verdadero amigo es el que sabe todo sobre ti, y sigue siendo tu amigo. Que si amigo no es la persona que te seca las lágrimas, sino la que evita que las derrames... Que si amigo es aquel que para las buenas viene, y para las malas lo hace sin ser llamado... Y no sigo que voy a parecerme a mi carpeta de adolescente.




Así que te puedes imaginar la de tortazos que me he pegado en esta vida. Esta manía mía de creer que todo aquel que dice ser tu amigo lo va a ser hasta el infinito y más allá. Tonta l'haba.

¿Y por qué? No creo que sea por maldad ( a veces sí) ni por estupidez (otras también).

He llegado a la conclusión, tras los años de desencantos a las espaldas, que la palabra amistad está sobrexplotada y mal dimensionada. Es como solidaridad o respeto. Palabras que se usan mucho, de forma abusiva, pero que pocas veces se utilizan de forma adecuada.

Creo que es una palabra que mucha gente no entiende y que emplea alegremente sin preocuparse de las consecuencias. Cuando hay palabras que, ya sabemos, las carga el diablo y el monstruo de las galletas.

Para mí amigos amigos amigos hay pocos. Ojo. Que no digo que todo el mundo deba tener pocos. Digo que en mi caso son pocos. Además, dentro de los amigos, hay grados. Están mis muy mejores amigos, que cuento con los dedos de una mano y los amigos. En este segundo grupo tengo unos cuantos más.

De ellos los hay grandes, muy grandes. Personas que están aquí y ahora. Incluso otras que no están, porque tanto a ellos como a mí la vida nos ha llevado por senderos distintos, sobre todo por cambios de trabajo. Estos últimos son personas con las que siempre me apetece quedar a pesar de que nunca quedemos o lo hagamos muy poco. Esos que invitaría a mi boda en caso de que me casara ahora.

Luego están otras muchas personas que aprecio, que no puedo llamar amigos porque para ello necesito tener un poco más de confraternidad y conocimiento. Tengo que saber más de ellos, conocer cosas de su día a día, haber compartido grandes y pequeños momentos, haber sentido que estaban ahí para cuando les necesitaba o tener ganas de saber de ellos y apoyarles en todo. Que se hayan preocupado por mí de verdad y yo por ellos. Y no, lo siento, esto no sucede de la noche a la mañana. El tiempo es importante.

Para terminar, están todos esos que un día fueron mis amigos, perdón, dijeron que lo eran, incluso que me querían, o que, sin decirlo, me demostraron cariño y aprecio y que se fueron yendo, esfumando, marchando. Poco a poco o de repente. Por acción u omisión. Lo mismo da. Dejándome con un palmo de narices, como mi primer príncipeazulconvertidoenrana del principio. 

Por ellos he llorado, me he cabreado, he despotricado y he sentido ganas de decirles cuatro cosas. Al final me he quedado a solas con el desencanto, la desilusión y la decepción. No he tenido más remedio que pasar página.

Sí, debería haber dicho esas cuatro cosas. 

Sí, debería dejar de creer en las películas de dibujos animados.

Sí, debería tomarme la vida menos en serio. Y tal vez, cambiar mi concepto de la amistad. 

El problema es que no me sale. Soy medio tonta. Ya lo dije antes.





martes, 22 de abril de 2014

La adolescencia me acecha


Mi hija mayor tiene diez años. Cumplirá once este 2014.

La miro y no puedo evitar dos cosas. Imaginarla dentro de tres años más y echarme a temblar. Recordarla cuando era un bebé y sentir una nostalgia terrible.

Si eres madre reciente (o padre, ¿algún padre me lee?) escucharme hablar te parecerá como cuando oías a los 'señores' de treinta cuando eras adolescente. Esos 'viejos'.

Siento decirte que en menos de lo que crees estarás diciendo lo mismo que yo. Como ahora que tienes 30 y algo y te parece que fue ayer que cumpliste 18.

No descubro nada nuevo.

La oigo hablar, con esa madurez que tiene desde siempre: 'mamá, tengo tantas cosas por aprender, no sé si voy a tener tiempo, ¿crees que tendré tiempo?' Y me entra un agobio parecido a ese que sentimos al saber que volvemos al trabajo tras la baja maternal. O el de la crisis de cuando cumplimos una nueva década. 

Hija mía, claro que vas a tener tiempo, aprovéchalo. Perdemos tanto el tiempo sin darnos cuenta. O peor aún, dándonos cuenta. No lo dejes ir. 

'Mamá, ahora no es el momento de preocuparme del futuro, el presente es un regalo que tenemos que disfrutar con todas nuestras fuerzas o lo perdemos'. Ella es sabia y mucho más inteligente que yo, si es que yo lo he sido alguna vez. Sólo hace falta escucharla una tarde, un ratito, para darte cuenta de que lo inmensa que es.

Hoy me ha acompañado a uno de esos recados que nunca apetecen. Por estar conmigo un tiempo a solas. Para poder hablar tranquilas de nuestras cosas. De sus cosas. 

Tener dos hijas es maravilloso, aunque es difícil encontrar momentos de tú a tú. Me gusta estar con las dos, lo disfruto, siempre y cuando no peleen. Y me encanta estar también un rato con cada una. Tengo la oportunidad de conocerlas mejor, de escucharlas mejor, de abrazarlas mejor.

No soy mucho de hacer manualidades. En realidad no soy nada de hacer manualidades. No sé cómo aprobaba pretecnología en la EGB. Soy mucho más de hablar, de escuchar, de leer cuentos. 

También juego. Prefiero inventarme los juegos a usar muñecas u otros juguetes. A hacer como que no las veo y las busco por toda la casa. A las comiditas. A las peluqueras. A pintarnos las uñas.

Miro a mi hija mayor y la veo casi adolescente. Ya le salen sus granitos y eso. Ya calza casi mi pie. En breve intercambiaremos ropa. Y ella llora cada vez que alguien le mienta la edad del pavo. Cree que es algo horrible que no quiere que le pase. No quiere odiarme ni pasarse el día con el móvil ni quiere saber nada de chicos. Todo eso me da cierto gustirrinín, para qué negarlo. Que quiera seguir siendo una niña, mi niña pequeña, me gusta. 

Sé que no va a durar todo eso que dice y que pasará la edad del pavo y todo lo demás. Lo voy a llevar muy mal si algún día noto que le caigo mal. Espero estar fuerte para aguantarlo. Y para sus silencios o su desgana.

En el fondo albergo la esperanza de que no pase, de que sea una de esas adolescentes modélicas de verdad. Por si acaso, voy a aprovechar los siguientes tres años de nuestras vidas como ese regalo del que ella habla. 

Y los tres siguientes años de la pequeña. En los que pasará de los maravillosos cinco a los ocho. 

La vida pasa. No quiero quedarme a mirar.


miércoles, 16 de abril de 2014

AZ de la maternidad: con X de Axioma

Un axioma es una proposición clara y evidente que no necesita demostración. Lo que vendría a ser una verdadera verdadera y universal a la que nadie puede poner en duda. 

La palabra axioma deriva del sustantivo griego αξιωμα, que significa "lo que parece justo". El término viene del verbo griego αξιοειν (axioein), que significa "valorar", que a su vez procede de αξιος (axios): "valioso", "válido" o "digno". 

Suelen usarse como base para la elaboración de una teoría o para una argumentación.

Algo que, si lo piensas bien, sólo puede darse en la matemática, la física o la lógica. Aunque algunos autores lo han llevado a otros campos como el de la comunicación.

No puede cuestionarse que dos líneas rectas paralelas no se encontrarán nunca. O que la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos. O que algo no puede ser verdadero y falso a la vez. O que el todo es mayor que cualquiera de sus partes. 

Cuando tienes mentalidad de "letras", cuando te gusta ponerlo todo en duda, la filosofía te maravilla y la literatura te hace replantearte todos tus esquemas, estas verdades te suenan extrañas. Te resistes a creer que tengan razón los que afirman tales cosas. 

Llega un día cualquiera en el que por fin te das por vencida y asumes la realidad, y entonces prefieres seguir por el camino de la no lógica, de las verdades relativas y las interpretaciones personales del mundo. Este choque fue brutal en mí a la edad de dieciséis años. Ese momento mágico y difícil en el que todo es posible, todos tus sueños pueden hacerse realidad o enterrarse en lo más profundo de tu psique. Elegí ir por el camino de lo que no es lógico ni axiomático.

Con el tiempo te das cuenta de que el ser humano tiende a creer y defender verdades absolutas que en realidad sólo son absolutas verdades personales, tantas como individuos hay. No sería malo si cada uno viviese de acuerdo a su verdad y no tratase de convencer a nadie de lo contrario. Si no tuviese la manía de adoptar una actitud defensiva y a la vez beligerante con todos aquellos que no están de acuerdo y ven las cosas de otro modo. Ni mejor ni peor, sólo diferente. Igualmente "válido", igualmente "digno".

Pasa en todas partes y en todo tipo de foros. 

Y cómo no, pasa en el mundo materno-paterno. Todos lo sabemos. Muchos abogamos por seguir nuestros propios axiomas sin arremeter contra el de al lado. Muchos otros no lo hacen. 

Todo es muy aburrido para mí. Puede que porque estas 'guerras' me han pillado ya con las canas maternales en plena ebullición. Nunca he querido escribir sobre tema lactancia ni crianza aunque tengo, como todo el mundo, mi opinión personal. Eso sí, siempre apuesto y apostaré por la libertad de cada uno para ejercer su maternidad o paternidad a su manera, con su verdad, siempre relativa. Por difíciles de entender que a veces me resulten ciertas prácticas, muchas veces por mi propio desconocimento y prejuicios. Que los tengo. Santa no soy.

Al parecer, ni siquiera los axiomas científicos son siempre tan verdad. 
A mediados del siglo pasado, el estudioso austriaco-estadounidense Kurt Gödel demostró que los sistemas axiomáticos de cierta complejidad poseen limitaciones. Las deducciones parten de una proposición verdadera, pero no demostrable.
No puedo demostrar que hacer esto o aquello sea mejor para mis hijas. Me equivocaré seguro. Otras veces lo haré bien. Lo que no quiero es actuar como si estuviera en un escenario esperando el aplauso del público. Ni tampoco cerrar los oídos ni los ojos. Porque de todo se puede aprender. Incluso de la intolerancia.



lunes, 14 de abril de 2014

En el cole me llaman fea

Cuando se hacían fotos en la escalera, le gustaba posar un peldaño más arriba que su hermana para parecer igual de alta. Quería ser mayor y repetía a todo el mundo que casi tenía cinco años y que su madre la dejaría enseguida llevar tacones y pintarse las uñas para ir al cole.

De mayor quería ser bailarina y cantante y pareciera que ya lo fuera porque siempre estaba pegando botes y moviéndose como loca en cualquier momento y lugar. Hasta el punto de que este verano casi hace descarrilar el trenecito de la feria por despistar al señor que movía la máquina. "Mi madre casi me castiga, pero no lo hizo porque le di un beso gigante" exclamó audaz. 

Llegó por fin la noche antes de la vuelta al cole. De tan nerviosa que estaba, se durmió más tarde que sus padres y a las 7 ya estaba despierta y en la cocina esperando que alguien le preparara el desayuno. "¿Puedo desayunar chuches?" Preguntó como cada mañana con cara de ilusión. Siempre era un no rotundo pero, ¿y si ese día era un sí? Tenía que intentarlo.

Cuando llegó al cole saludó con alegría a todos los amiguitos del año anterior y jugó al pilla pilla con ellos los cinco minutos previos a la entrada a clase.

Salió contenta, como siempre. Contó que lo había pasado genial, sólo que Fernando le había dicho que su pelo era feo. "Me da igual mamá, yo sé que mi pelo es precioso".

La semana pasó deprisa, y también el mes. Los polos del uniforme llevaban manchas imposibles de sacar desde el primer día. Todo muy normal. Todo dentro de lo previsto.

"Mamá, me ha dicho Fernando que huelo mal, por favor frótame fuerte en la ducha".

Llegó su cumple. No quiso invitar a Fernando, "no mamå, no le apuntes en la lista, que siempre se mete conmigo".

La madre creía que eran cosas de niños. En parte por no parecer tremendista, en parte por no querer ver. El padre también.

Ese niño sólo dice tonterías, lo hace para chincharte, no le hagas caso. 

El niño un día la empujó y ella se hizo una herida al caer. 

Eso ya se ponía feo. Primera medida, hablar con la profe.

Si continúa, hablar con los padres. Si no cesa, poner una denuncia. Si no es suficiente...

La madre quisiera decirle cuatro cosas al niño. Arrinconarle y susurrarle al oído cosas que le den miedo. Sabe que no debe. Sabe que no puede. Pero quiere con todas sus fuerzas. Desea que ese niño sufra como lo hace su hija para que comprenda que no se puede ir por la vida atosigando a las personas y haciendo daño. Pero no lo dice. Sabe que no se puede combatir el problema de esa manera, que no es políticamente correcto. El padre piensa lo mismo. Y también se calla.

(Esta historia está basada en hechos reales aunque no se corresponde literalmente con la realidad. Tristemente el acoso escolar es un tema que escucho últimamente mucho, a hijos de amigas mías les ha ocurrido a edades muy tempranas, cinco y seis años. Un post de Cata de Mamátambiénsabe trataba de un caso duro de este tipo y levantó una oleada de comentarios sobre experiencias bastante difíciles. Más del 43% de los casos de acoso se dan en primaria. Me pregunto cuántos en infantil. Me pregunto por qué ocurren. Me pregunto qué hacer ante el acoso y cómo evitarlo. A día de hoy no tengo respuestas).




domingo, 13 de abril de 2014

Adiós casita adiós


Érase una vez una infancia sin veranos en la playa. Sin paseos a la orilla del mar. Sin mañanas construyendo castillos de arena. Sin tardes de helados de cucurucho que llenan la cara de chocolate.

Érase una casa veinte años más tarde. Miraba incansable al mar, pasaba los días balanceándose al ritmo lento de agosto. Para apagarse en septiembre. Fue el contrapunto a las rutinas, a los inviernos. Se llenó de perezas y nostalgias, de conversaciones de sobremesa y partidas de cartas. Se metió en todas las fotos sin darse cuenta.

2002 Luna de miel, primeros días antes de partir de Crucero por Las Islas Griegas. Desayunos en la terraza. Noches de estrellas y olor a mar.

2003 L. estaba allí, todavía protegida en la tripa de mamá. Pasamos la Semana Santa con P. y A. con P. en la tripa de su mamá también. Celebramos el 30 cumpleaños de papá.

Me mimaban. Todos me mimaban porque estaba embarazada.

2004 El primer verano de L. Su primer baño en la playa, sus atardeceres por el paseo marítimo. Descubre la arena y no le gusta.

Dejamos de fumar. Hacemos miles de fotos.

2005 L. Ya camina, corre, vuela, habla. Sus primeros castillos, su primer flotador.

Nos escapamos al Festival del Cante de las Minas. Como si fuéramos novios.

2006 L. Es toda una personita. Va al cine por primera vez y ve Bambi II.

A L. le encanta salir a pasear por la noche con el abuelo.

2007 L. Está a punto de empezar el cole de mayores. Pregunta a todo por qué.

Mi Paca pasa unos días con nosotros. Como cada verano desde que tenemos la casa.

2008 Noches de estrellas fugaces. Cenas de mantel de tela y marisco. Aquellos buenos tiempos que ya no volverán.

Los vecinos celebran verbenas que duran toda la noche.

2009 El primer verano con L.E. Uno de los mejores veranos de nuestra vida. Baja maternal. Tiempo. Felicidad. La familia completa.

2010 La playa es un respiro tras un año duro por culpa de la crisis. Único lugar donde olvidarnos de todo un poco. L.E. Ya camina, corre, vuela. Aún no habla.

2011 Las hermanas empiezan a jugar solas en la arena mientras sus padres leen revistas y libros.

Esto es vida.

2012 La casa está en venta. La vida nos da unos cuantos reveses económicos. La puta crisis al final se lleva por delante todo lo que mi padre tanto tardó en construir. Pierde el dinero junto a la esperanza y los nervios. Todo se ve difícil, negro, áspero, injusto. La luz al final del túnel no se ve ni se intuye.

Las vacaciones saben a últimas.

Y son las primeras de mi sobri. Tan mona.

2013 No lo sabemos pero ya no habrá más veranos en esta casa. Ya no estaremos todos juntos. Ya no pondremos la mesa para diez. Ya no regañaremos a las niñas por comer tantos helados. Ya no veremos la lluvia de estrellas desde la hamaca ni desayunaremos horchata y magdalenas ni haremos barbacoa ni iremos a ver el barco después de cenar ni las niñas irán a jugar a casa de sus amigas. Ni tomaremos café en El Faro o pasearemos por el puerto o visitaremos el mercadillo los domingos.

Ahora lo harán ellos. Y supongo, serán felices.






lunes, 7 de abril de 2014

Lo que piensan los demás puede matarte


Estudié Periodismo. Creo recordar que era en cuarto de carrera cuando teníamos la asignatura de  Opinión Pública, que es algo como como la ciencia encargada de estudiar las reacciones de la sociedad ante las noticias que publican los medios.

Entonces me pareció muy raro estudiar una asignatura así, sobre todo porque lo que en principio parecía iba a ser algo interesante, era en realidad un PESTIÑO impresionante que no había quien entendiera. Lleno de definiciones pseudocientíficas que poco o nada me aportaban, como pasaba en varias materias de esta licenciatura. El profesor, con su aire recalcitrante de catedrático frustrado, no ayudaba mucho a que aquella cosa nos ilusionara. Resultado: no me acuerdo de nada de lo que allí aprendí.

El otro día, en una conversación en casa con el husband, salió el tema de la importancia de las opiniones de los demás acerca de ciertos personajes y profesionales de los medios, y de repente me vinieron a la mente dos cosas. La asignatura de marras y el fenómeno twitter y todo lo que allí sucede en relación a la maternidad.

Pensé en lo emocionante que debía ser ahora la clase de Opinión a raíz de la existencia de las redes sociales, que en mi época eran ciencia ficción. Claro que, vista la rapidez de la universidad en captar las tendencias e incorporarlas a su día a día, lo mismo siguen usando el ladrillo de manual con el que me peleaba yo hace veinte años.

Surgió en la conversación este tema de las opiniones a raíz de uno de los programas del podcast La Órbita de Endor, (por cierto @remorada, creo que a ti y al señor Torres os molaría mucho) en el que trataron el tema de cómo afectan las críticas negativas a las personas de éxito. Para ello entrevistaron al archiconocido Iker Jiménez, querido y odiado a partes iguales. Para quien no lo sepa, este señor lleva más de trece años haciendo un programa de radio, Milenio 3, que es el más escuchado de España en su franja horaria y cuyos podcasts están en los primeros puestos del ranking de descargas. Antes trabajó en medios escritos y después vinieron la televisión y José Mota. Hasta el punto de que muchos conocen más a la persona a través de su caricatura en los programas del cómico, que se ha fijado con laca de abuela al imaginario colectivo y al mío propio.

El entrevistador, Antonio Runa, trataba de conocer de primera mano cuáles eran las estrategias de Jiménez a la hora de enfrentarse a las críticas feroces de todo tipo de personas que el hombre sufre desde que empezó a despuntar en los medios.

Me gustó mucho lo que dijo y os invito a escucharlo a través del enlace que incluyo al final de este post.

"Si tu entusiasmo depende de lo que digan de ti, estás muerto"

Esta fue la frase que más me caló. Que el entusiasmo y la pasión que tú pones en las cosas que haces son claves para tener éxito, y más allá de esto, que ese entusiasmo es el que debe prevalecer siempre fuerte, siempre vivo, ante cualquier adversidad, ante cualquier mala crítica u "opinión constructiva". 

El mundo está lleno de gente con talento escondida en un rincón por culpa de que no fueron capaces de mantener la ilusión por encima de cualquier atroz comentario. Y eso es muy triste. Triste para ellos mismos y triste para la humanidad, que se ha perdido grandes cosas, quien sabe como de grandes, porque estas personas no fueron capaces de soportar los ataques.

Iker habla también de que el hecho de que te critiquen va más allá de tu condición de personaje más o menos conocido. Es algo que sucede en cualquier círculo. Nos pasa a todos. En el trabajo. Con los amigos. Con la familia. Esto es algo que a mí me costó mucho asumir en la vida. Y he de reconocer que aún no lo he asimilado.

¿Por qué las personas que supuestamente te aprecian y/o quieren de verdad de repente un día, cuando te ha ocurido algo bueno, cuando has logrado algo, un éxito, cambian su actitud hacia ti?

No puedo entender cómo amigas mías de la infancia ni siquiera me felicitaron el día que les comuniqué que me casaba. Ese silencio sepulcral al otro lado del teléfono me mató. Bueno, sí que puedo entender. Ahora sí. Sería más correcto decir que no puedo asimilarlo y que aún me duele.

La envidia. Puta envidia. No lo digo yo, lo comenta Iker Jiménez en su entrevista. Es una envidia inherente al ser humano. Según él, no se trata de que esa persona no te quiera o aprecie. Simplemente es que siente una pulsión interna irrefrenable y negativa hacia ti en ese momento. Que le lleva a criticarte, a la cara o por la espalda, y a comportarse como un TROLL, entendiendo éste como la persona que disfruta reventando a otros, criticando, insultando, fastidiando. 

La envidia nos lleva al resentimiento y nos convierte en seres amargados. Dios me libre de ella. Procuro estar lejos de ella. No me gusta su presencia (nadie dirá que le gusta, cierto). Me da repelús. Cuando la siento en mí (el que esté libre de pecado que tire la primera piedra) me siento mal e intento rápidamente desterrarla de mi cuerpo. Espero conseguirlo. Espero que esa palabra no sea la primera que a alguien le viene a la cabeza al pensar en mí.

Convivimos con ella a diario, y no me refiero a que muchos nos envidien, que supongo que los habrá porque por muy normal que sea tu vida siempre hay alguien a tu alrededor dispuesto a compararse y sentir deseos de ser tú. Estoy hablando de la que veo y siento en el mundo físico y en el virtual, donde es mucho más fácil distinguirla porque queda por escrito.

Si juntamos envidia con ego sale una mezcla explosiva que arrasa con todo. Y como en twitter todo va a la velocidad de la luz, y escribir tuits es algo que se hace muchas veces sin pensar, compulsivamente, el efecto devastador se multiplica. Desde hace un año he sido testigo de muchos de estos fenómenos, como el caso Molinos (y no me refiero al famoso post), el Madreesfera, el de Malasmadres y otros como el de ohana, palabra impronunciable ya en estos lares. Temas que han desatado pasiones encontradas, discusiones interminables, mezquindades. Tanto como los eternos tópicos sobre las diferentes formas de ver y sentir la maternidad.

He visto a personas con diferentes personalidades. He visto pasar de la más absoluta admiración por alguien al más completo ostracismo. He visto cómo muchos se complican la vida y pretenden poseer la verdad de todos cuando sólo poseen la suya. He visto egos en lucha. He visto muchas cosas feas y que no logro asimilar porque en el fondo sigo creyendo en la bondad de las personas y en que no es posible tanta inquina. Que será cosa de, como dice Iker, una pulsión incontrolable del ser humano, nada personal, como si la causa formara parte de esas circunstancias atenuantes con las que se rebajan las penas judiciales.

Por eso me ha gustado escuchar el mencionado podcast y al periodista del misterio, quien me ha parecido de lo más sensato y positivo que he escuchado en mucho tiempo. Porque da un poco de luz a todas estas sombras.

Ante las críticas vacías, coraza, como si no fueran contigo. Frente a las críticas razonadas y de verdad constructivas, aprender de ellas. Valorar de la misma manera las opiniones positivas sobre ti, porque parece que tenemos tendencia a olvidarnos de ellas y a dar importancia sólo a lo malo. Y sobre todo quedarse con esta máxima:

"No estamos aqui para ganarnos al público sino en una búsqueda personal", estamos aquí para buscarnos a nosotros mismos y para luchar por aquello en lo que creemos, sin perder el entusiasmo ni las ganas. 

Sobre todo sin dejar a otros que acaben con ellas porque ese día se han levantado con el pie cambiado. 

Haciendo las cosas porque creemos en ellas y no haciendo lo que creemos que va a gustar a otros o, lo que es peor aún, creemos que no va a molestarles. 


Si a alguien le apetece escuchar la entrevista que vaya al siguiente enlace y busque el minuto 1:07: