jueves, 30 de enero de 2014

AZ de la maternidad: con T de Tacto

El tacto es el sentido más difícil para mí.

No me cuesta escuchar, me gusta escuchar. Me paso la vida escuchando, prestando atención a lo que otros dicen. Mi sentido del olfato es un poco parecido al de los animales, lo huelo todo, bueno o malo, por imperceptible que parezca. A pesar de mis alergias y mi (ya pasada) rinitis perenne. Mirar también es fåcil, miro de frente, a los ojos, no concibo otra forma de mirar, aunque reconozco que mi timidez a veces se interpone en mi camino y me dificulta sostener miradas. Y por supuesto que "gustar" me encanta, saborear la comida y la bebida, disfrutar de los placeres de la mesa, sobre todo si esta se encuentra en uno de esos lugares llamados restaurantes donde te lo dan todo hecho. Y si puede ser en un enclave con vistas al mar, mejor que mejor. Soñar es gratis.

En cambio, el tacto siempre ha sido algo complicado para mí. No me refiero a que tenga alguna dificultad en percibir a través de las manos o la piel. Al contrario, soy hipersensible y me encanta que me acaricien. Eso sí, siempre que sea mi pareja. Si no, lagarta, lagarto. No me gusta que me toquen, que me pasen la mano por el pelo o el hombro, que me cojan el brazo para contarme secretos al oído o que me den palitos en la pierna al hablar. No. Lo siento, no es nada en contra de nadie. Tampoco es algo de lo que presuma ni me guste reconocer. Hoy debe haberme ocurrido algo extraño durante la noche para que yo esté aquí diciendo esto. Puede que sea efecto de la gripe que aún pulula por mi cuerpo. Cualquiera sabe. Podemos decir que tengo cierta fobia a que invadan mi espacio personal, ese que se forma a un metro alrededor de mí. Por supuesto que mi actitud es la misma hacia el resto de seres humanos. No me acerco, no toco, no invado, más allá de los dos besos de rigor o la sacudida de mano en su defecto.

Todo eso cambió cuando la mañana de noviembre en la que nació mi primera hija.

La achuchaba, la abrazaba y la besaba continuamente, al más puro estilo empalagoso de madre babeante y pesada. Yo, que no había tenido nunca instinto maternal (hasta que me entró de golpe un día y me quedé embarazada cuatro meses después), que sólo recordaba haber achuchado a mi hermano pequeño hacía miles de años, me veía y no me reconocía, apuntándome incluso a clases de masaje para bebés.

Es un gusto poder demostrar el cariño así, con cercanía, con esos abrazos "chillaos" que tanto nos gustan. Como los eché yo de menos de pequeña. Entonces no se llevaban, al menos en mi casa. Eran otros tiempos, aunque como dice mi padre: el amor es siempre lo mismo en todas las épocas. Ahora, en mi casa actual, la que formamos mi pequeña familia de "cuatro más perro cinco", los abrazos están de moda. No pasamos un día sin al menos uno. Nos da energía para tirar millas.

Desde que soy madre he aprendido a quitarme el miedo al tacto. La vergüenza de demostrar los afectos y las emociones a través de las manos y los brazos. No digo que ahora vaya por ahí cogiéndome del brazo de mis compañeros de oficina ni tocándole el pelo a las chicas de la clase de pilates. Sólo lo hago con mis amigos, los de verdad. Y poquito.

Poquito a poco.





lunes, 27 de enero de 2014

Nada que decir

  

Desde hace unos meses este blog se marchó de vacaciones y los posts sólo aparecen de vez en cuando a saludar.

No es porque ya no me apetezca escribir, ni porque se hayan agotado las historias. Siempre hay algo de lo que hablar.

Aunque a veces, me sorprendo delante de la pantalla en blanco sin ser capaz de escribir ni una palabra, como si ya no tuviera nada que decir.

Por un lado he sentido la necesidad de enfocar mis energías hacia mi nueva aventura laboral. Por otro lado tengo menos tiempo gracias también a mi nuevo trabajo. 

No es cuestión de quejarse de esto. Todo lo contrario, me siento muy afortunada de haber logrado este puesto en este momento crítico, especialmente cuando tenía muchas papeletas para que no fuera así. No hablo francés pero trabajo todo el tiempo con franceses. Y mi inglés, aunque se suponía avanzado en el momento de las entrevistas, me ha jugado malas pasadas en estos meses. 

Tras este tiempo de estreses, de no saber por dónde tirar, de sentirme más sola que la una currando en Madrid cuando mis compis y mi jefe están allende los Pirineos...de mis viajes a Grenoble cada mes...de las reuniones telefónicas en inglés que me sonaban a ruso, he llegado a un punto en el que me siento (más) segura, tanto por el idioma como por todo lo demás. Benditas series en inglés con subtítulos en inglés y bendita BBC.

He cambiado de trabajo muchas veces y por lo tanto, muchas veces he vivido el estrés de los 100 primeros días, donde se supone que está admitido decir tonterías y meter la pata (esto lo comentó el jefe de mi jefe en una reunión hace poco). Y me encanta ese momento en el que tu cabeza hace clic y todo tiene sentido. La jerga (diferente entre departamentos e incluso entre personas del mismo departamento), los procesos, las personas (quién es quién), los truquillos, los intrígulis. De repente un día todo parece tener sentido, y ese batiburrillo de información se conecta y encaja de forma perfecta en tu cerebro, como ese puzle de 2000 piezas que tanto trabajo te costó terminar.

Ahora, llegados a este punto donde mi cabeza tiene espacio para otras cosas, quiero aumentar la frecuencia con la que escribo. No creo que llegue a los fructíferos meses de primavera, en los que casi iba a post diario. Me conformo con dos por semana, paso a paso, poco a poco, para ir aumentando el ritmo si el cuerpo y la inspiración me lo permiten.

Estoy hablando en voz alta. Puede que no sea capaz. Que el día a día, el cansancio, las ganas de no pensar, la pereza del invierno, la del verano o la astenia primaveral, me dejen la mente y los folios vacíos.

Es posible. Vamos a intentarlo.


viernes, 24 de enero de 2014

AZ de la maternidad: con s de somos

                       

Ahora ya no soy

Somos

Es bastante obvio que la maternidad es un viaje sin retorno del yo al tú y al nosotros.

Da igual que hayas pensado en que con tu pareja formabas un dúo dinámico y compenetrado más que ayer pero menos que mañana.

No es lo mismo la dualidad que se origina cuando te echas un novio, un amigo especial, un amante clandestino o un marido fiel, que la que se produce cuando das a luz un ser o cuando le adoptas

Teniendo partener puedes seguir viviendo tranquilamente en tu YO particular, sólo hace falta disimular un poco al principio, poner cara de entusiasmo cuando te cuenta sus historias, reirle un poco las gracias, pasarle la mano por encima (esto es una frase de las que decía mi madre y que no hay que tomarla en sentido literal, quiere decir "hacer la pelota" o ser un poco "zalamera") y cocinar de vez en cuando un plato pintón, como un bacalao al horno con patatas paja (es super fácil y quedas como dios).

El resto del tiempo puedes ir a tu bola, pensar en tus cosas, regalarle la ropa que quieres que se ponga, los libros que quieres que lea, mientras escondes los que te ha regalado él y finges que los has perdido, planificar las vacaciones haciéndole creer que ha sido algo decidido a pachas, convencerle para quedar más con tus amigos que con los suyos... Esas cositas de malasnovias o malosnovios que todos hemos hecho alguna vez. Sí, tú también.

Y llega ese día en que de repente el mundo se da la vuelta. Y tú ahí, mirándolo todo desde una camilla con olor a desinfectante industrial mientras unos señores con mascarilla que no conoces te hurgan en tus entrañas, como si estuvieran haciendo algo tan trivial como darle de comer al gato. Hablan de fútbol. A la media hora escuchas un llanto, como de gato (¡¡¡¿por qué me está dando por hablar de gatos?!!!) y te da por ponerte a reír y llorar a la vez como si te hubieras vuelto más gilipollas de lo que ya te sentías ahí tirada. Es el sonido que te dice: " despídete de ti, olvida todo lo que fuiste, olvidalo todo y piensa sólo en miiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiií". La i se clava como un tambor de semana santa y no se va más.

Pasas del "soy" al "somos"

Somos una familia

Somos dos adultos y un renacuajo indefenso que no sabe hablar. Sólo llorar.

Somos dos adultos que tienen que aprender a ser adultos. Lo de antes era un ensayo.

Somos dos adultos asustados como niños. Que tienen que cuidar de una niña.

Imperfectos como humanos

Desbordados como padres

Emocionados como idiotas

Con la individualidad guardadica en un cajón a la espera de tiempos mejores.

Y cuando ya parece que vas a desempolvar un trocito de tu antiguo yo...llega tu segunda hija. 

Y colorin colorado, este cuento todavía no se ha acabado.







martes, 21 de enero de 2014

Cinco años desde que te vi por primera vez

Como no me da la vida para escribir un post, se me ha ocurrido plagiarme a mí misma y hacer un copipeist en toda regla del post que escribí el día que conocí a mi princesa (en mi otra vida bloguera).

El mágico día de la asignación, tanto tiempo soñada. Aquel 21 de enero de hace ya cinco años...

Te adoramos princesa, eres lo mejor que nos ha pasado junto a tu querida hermana (esto es una perogrullada que me encanta repetir):

"E. nació el mes de mi cumpleaños, octubre, y ahora tiene unos tres meses. Es una muñequita preciosa. Tiene una boca divina y está dormidita, así que se la ve relajadita.

Estaba totalmente convencida de que iba a ser un niño e iba a tener tres años. Tal vez porque tuve aquel sueño una vez. O tal vez tuve aquel sueño porque tenía ese pensamiento. No sé.

Por eso ha sido una sorpresa saber que era una beba, como dice L., tan renacuaja en su ropa de la foto, en la que apenas tiene 4 semanas de vida. Es tan entrañable. Dan tantas ganas de acurrucarla y cuidarla... No sé cómo serán estos dos o tres meses hasta verla y poder hacerlo. Voy a intentar con todas mis fuerzas hacer lo que me dice E. en un mail, mantener una sonrisa permanente en mi boca, pase lo que pase. O lo que dice P., brincar y gritar de felicidad por mucho que me digan que sea prudente, por si acaso el juicio...no sale bien.

La verdad es que estoy en estado de shock. Acabamos de volver de la oficina de Mundiadopta. Hemos hablado con C. que, como siempre, muy amable y cariñosa nos ha contado todo lo que tenía que contarnos. Nos ha dado la noticia mejor de nuestras vidas, junto a la que nos dió en su día un artilugio llamado test de embarazo.

Desde que esta mañana me he levantado, mi estómago estaba más encogido de lo normal. Sabía que iba a ser hoy, de todas todas. Además el día ha empezado genial. Me han llamado del gimnasio y me han dicho que una persona que ayer encontró mi iPod y se olvidó de entregarlo en recepción, hoy lo ha devuelto. Prefiero pensar que es así y no pensar mal. Encima hoy es el cumple de mi querida amiga N., un día especial, un día ideal para ser asignado, jeje.

A eso de la una de la tarde, en medio de una reunión de trabajo en la oficina, me llama marido y le digo: "si no es algo urgente, te cuelgo, que estoy reunida", y él me dice "esto, qué te iba a decir yo... QUE NOS HAN LLAMADO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Pego un grito, salgo de la sala, y le pregunto nerviosa que qué le han dicho. Me dice tenemos que ir a la oficina de Mundiadopta a las 16:30. Argggggg. No puedo esperar a las 16:30. Tengo que volver a la reunión. Mi cabeza va de los temas de la reunión, a Mundiadopta, de ahí a la decisión de si me voy a casa a comer o como en la ofi y luego me voy a casa, o de si como o no como, la verdad es que no me entra nada, sólo quiero ir a la ecai. Mi jefa de proyecto pregunta sobre plazos de entrega y a mí me bulle el cerebro pensando en su carita, su nombre, si será niño o niña...por favor...quiero salir de ahí...NO PUEDO MÁS!!!!!

"Dios Todopoderoso", eso significa el nombre de mi pequeña muñeca. Tan dulce en su foto, tan perfecta. Su labios gorditos, su nariz chiquitina, sus ojos cerrados durmiendo y soñando en quién sabe qué cosas. Sólo tiene unas cinco semanas en la imagen. Ahora unos tres meses. Serán unos seis cuando podamos acunarla.

La primera llamada ha sido a mi padre. R. a su madre. La segunda a mi madre. Estoy feliz. Mi padre se ha emocionado y me ha dicho "ya la conoceremos cuando vayamos a recibirla". Me encantaría que esto sucediera. Es la primera vez que me lo dice. Y luego mi madre... la verdad es que nos ha dado la enhorabuena y la he notado contenta...ummmm...¿será que ya se siente abuela? :-))

Esta niña es un milagro."

lunes, 13 de enero de 2014

Esos silencios incómodos


Cuando estás en el ascensor con un vecino al que sólo ves en la piscina los veranos y en este cacharro los inviernos. Se te ocurre preguntar qué tal los niños. Tras el siguiente, "muy bien, creciendo, ¿y los tuyos?" (Te muerdes la lengua para no decir que son niñas y no niños), esos 30 segundos que quedan hasta el garaje te parecen más largos que las noches de diciembre.

Cuando viajas con un compañero de trabajo al que no conoces mucho. Con el que no tienes en común un jefe al que criticar u otros compañeros sobre los que cotillear. Te esperan unas horitas en el avión, o en coche, o en ambos. Tras hablar de lo típico: las últimas vacaciones o las siguientes, o en su defecto el próximo puente; el tiempo, o lo poco que te gustan las turbulencias, te quedan pocos temas de conversación. De actualidad mejor no hablar, por aquello de que sobre política, religión o fútbol, es preferible no mojarse ante desconocidos. De temas personales tampoco: "¿tienes hijos?", "no", vale, y ahora ¿qué pregunto? O ¿qué digo? Lo mismo no pueden... Qué socorrido el tema de los niños...

Cuando entras al comedor de la empresa y no encuentras a nadie de los que suelen comer contigo, y vas y te sientas con alguien conocido, pero no mucho, de los que no son precisamente unos conversadores natos. Y tras hablar de lo mala que es la comida corporativa, de que falta poco para el viernes o de los atascos impresionantes cuando llueve en Madrid... Se agotan los temas. Tú te estrujas el cerebro en busca de algo que decir que no suene a lugar común y, sobre todo, que permita un mínimo diálogo de cinco minutos al menos.

Esos silencios... Entre tú y tu pareja cuando una discusión da paso a unos cuantos minutos (u horas) sin decir nada.

Entre amigos al teléfono que no saben qué decirse sin una aplicación móvil de por medio.

Con esos niños tímidos de los demás, cuando te quedas echándoles un vistazo cuando sus padres van un momento a alguna parte y tú te conviertes en niñera improvisada. Y les preguntas por el cole y dicen"bien", por su amigo favorito y contestan "Pablo", por su juguete preferido y responden "no sé, todos". Con lo que hablan mis hijas, hay que ver, ojalá se le pegara algo de su verborrea.

Silencios que son pausas, en las que al menos una mente (la mía) discurre a toda velocidad sugiriendo temas sobre los que hablar, buscando el discurso adecuado, la frase ingeniosa, el chascarrillo sobre el que pasar el rato hablando sin decir apenas algo. Nada. Que no se me ocurre. Que no salgo de la socorrida crisis (de algo tenía que servir), la lluvia, los atascos, la insufrible programación de televisión o  la decadencia de la sociedad de consumo. 

¿Seré yo? ¿Serán ellos? ¿Por qué con algunas personas las palabras fluyen? ¿Y con otras se atascan y no hay manera de hacerlas salir?

¿Por qué unos silencios incomodan y otros calman y son necesarios?


sábado, 4 de enero de 2014

Sábado de sensaciones: Madrid, 1 de enero


Por primera vez en nuestra vida pasamos un día 1 de enero solos los cuatro, a nuestro aire.

Por un parte morriña por no estar con el resto. Por otra...esa sensación de felicidad que da la libertad poder hacer lo que quieras.

Fuimos a pasear por el centro de Madrid, uno de mis pasatiempos favoritos. Como era la fecha que era y además llovía, apenas había gente. Así que, nos encantó.

Aquí van algunas de las fotos que nos regaló aquel día.

Gentes



Urbana


Urbana





viernes, 3 de enero de 2014

Queridos Reyes Magos


Estimadas Majestades de Oriente,

Estoy a punto de tener una conversación con mi hija mayor que no quiero tener. En breve le desvelaré la dramática realidad sobre su existencia, la de ustedes, y no duermo de pensarlo. 

Antes de ser madre, creía que lo que más trabajo me costaría sería explicarle de dónde vienen los niños o por qué morimos. Pues no. Estaba completamente equivocada. La revelación de este secreto es, hasta el momento, la más dura conversación a la que me he enfrentado, o más bien diré, me voy a enfrentar. Me está matando.

Verán ustedes, por una parte pienso que será un alivio, pues ya no tendré que andar ocultándome para conseguir los regalos, ni guardando las cartas en lugares recónditos, ni respondiendo a frases del tipo: "puedo pedir lo que quiera porque los reyes lo traen todo" o ”¿cómo suben los camellos a casa?. Ni sufriendo envolviendo los regalos en el baño con el pestillo puesto la noche del 5 de enero. 

Ah, no, calla, tendré que seguir pues tengo otra hija de cinco años.

Me asusta pensar en su reacción. En que me suelte algo como: "entonces, me has engañado" y ver su cara de decepción. Me da palo que se le escape y arrebate a su hermana la ilusión que ha disfrutado ella todos estos años. Y, sobre todo, me da mucha pena el cambio que supone para ella y para mí. El dejar de ser una niña pequeña, mi niña pequeña, para empezar a convertirse, poco a poco, en mujer.

Desde que cumplió los diez años la veo distinta. Se nota mucho el cambio, tanto físico como intelectual. Ella se enfada cuando le decimos que está haciéndose mayor y dice que no quiere cambiar, que quiere seguir siendo niña y que por favor no la dejemos pasar la edad del pavo, como si tal cosa se pudiera dependiera de mi voluntad o mi autoridad (?!) de madre. A mí eso me encanta. Me gusta saber que adora ser niña, que sigue jugando con cosas de niñas y que no tiene prisa por crecer. Pero es ley de vida y ahora comienza otra etapa. Ni mejor ni peor. Diferente. Y tenemos que intentar ver el lado positivo de todo ello.

¿Existiría alguna manera, al menos, de paliar el shock que será para ella el saber la verdad? En el fondo muy fondo quisiera que ya lo supiera y que estuviera tan sólo fingiendo para no hacernos sentir mal.

De momento, señores majestades, voy a contarle una bonita historia que un día leí y que me encantó, es un pelín cursi, vaaaaaaleeeee, lo reconozco. Con todo y con eso me gusta. Me ayudó a mí misma a reconciliarme con mi propia infancia y con ese duro momento en el que alguien en el cole me dijo que los reyes no eran ustedes. Que eran otros que estaban en mi propia casa. 

Puede que la modifique un poco, para adaptarla  a su edad (y para quitarle un poco de sensiblería, sólo un pelín), y que la envíe por correo postal, como he leído que otros padres han hecho con éxito.

En cualquier caso, esta carta que ahora escribo, más allá de servir para contar mis penas, es para daros las GRACIAS. 

Las gracias por todos los años que de niña viví emocionada toda la Navidad esperando vuestra llegada. Y las gracias por toda la ilusión que he visto en mis hijas todo este tiempo, sus caritas de asombro, sus preciosas cartas, la ilusión con la que ponen las galletas y el agua cada noche del cinco de enero junto el árbol. Junto a uno de sus zapatos. Un año, el más difícil para marío y para mí, L. dejó su cámara de fotos para ver si el rey Melchor "se hacía una foto con ella" y se la dejaba de recuerdo. Uf, si queríamos arroz, nos llegó un saco entero.

Yo, a mis cuarenta, sigo esperando nerviosa a abrir mis regalos el día de Reyes, aunque los haya envuelto yo misma. Y escribo crédula mis deseos para colgarlos del abeto navideño con la firme convicción de que alguno de cumplirá. Sigo creyendo que ustedes existen, digan lo que digan. Si no, ¿qué hago ahora escribiéndoles esta carta? Sería de locos.

Lo siento señor Santa Claus, usted nunca nos ha llenado lo suficiente. Disculpe que le utilicemos de excusa para adelantar los regalos de Reyes cuando estamos en Murcia. Es la única forma de que los regalos de abuelos y tíos no les lleguen en Semana Santa. Esto es así.

Y sin más, me despido de ustedes, pidiéndoles sólo una pequeña cosa para este año. Que la mágica inocencia de la infancia permanezca siempre cerca de mis hijas, aunque tengan 60 años y odien en algún momento de sus vidas la Navidad.



Carta extraída del blog Planes con hijos


Cuando el Niño Jesús nació, tres Reyes que venían de Oriente guiados por una gran estrella se acercaron al portal para adorarle. Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:
— ¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían.
— ¡Oh, sí! —exclamó Gaspar—. Es una buena idea, pero es muy difícil de hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo.
Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría, comentó:
— Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y, aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños. Pero sería tan bonito.
Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su pobre cunita parecía escucharles muy atento, sonrió y su voz se escuchó en el portal:
— Sois muy buenos, queridos Reyes Magos, y os agradezco vuestros regalos. Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme: ¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?
— ¡Oh! necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos, pero no podemos tener tantos pajes, no existen tantos.
— No os preocupéis por eso –dijo el Niño–. Yo os voy a dar no uno, sino dos pajes para cada niño que hay en el mundo.
— ¡Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible?—, dijeron a la vez los tres Reyes Magos con cara de sorpresa y admiración.
— Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener deben querer mucho a los niños?
— Sí, claro, eso es fundamental—, asintieron los tres Reyes.
— Y, ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los deseos de los niños?
— Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje— respondieron cada vez más entusiasmados los tres.
— Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?
Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que el Niño Jesús estaba planeando, cuando su voz de nuevo se volvió a oír:
— Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de los Tres Reyes Magos de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos regalos, yo ordeno que en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre, y de vuestra parte regalen a sus hijos los regalos que deseen. También ordeno que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y recordarán que gracias a los Tres Reyes Magos todos son más felices.


Editado: han pasado dos años desde que escribí este post. No tuve valor de contarle nada, ni de escribirle la carta. Ella no preguntó y yo preferí seguir con la "magia". No sé si hice bien o mal. Sólo sé que hace unos días, cuando por fin encontré el momento adecuado, ella se resistía a saber la verdad. "Nooooooo, mamá, sí que existen, no me digas eso". Hija, yo sé que tú sabías todo desde hace tiempo. "Siempre quise creer que todos los demás estaban equivocados y que sólo yo sabía la verdad, que los reyes existen". 

Pues sigue creyendo pequeña, sigue creyendo porque, hasta yo misma creo que de alguna forma, existen y que la magia no debe terminar nunca.