sábado, 23 de noviembre de 2013

Sábado de sensaciones: Otoño

           

Vuelvo después de una larga ausencia a este carnaval que tanto me gusta y que no siempre me siento a la altura de formar parte de él. Mis fotos no son arte, cierto, sin embargo expresan sensaciones y emociones que tengo en ciertos momentos de mi vida y sólo por eso me apetece compartirlas con el mundo.

Esta vez el otoño y sus maravillosos colores contemplados sólo hace unas horas en El Castañar de El Tiemblo, Ávila, muy cerca de la frontera con Madrid.

Es un lugar alucinante, con una ruta sencilla de una hora de duración apta para novatos del senderismo. Importante es ir MUY abrigado. No como nosotros, que hemos pasado un frío impresionante por creer ilusamente que como hacía sol...

Por si vas, comentarte que hay que pagar a la entrada para pasar el coche seis euros, y dos por persona adulta. También hay un autobús que se coge en la misma entrada donde te cobran y que cuesta dos euros por adulto. Te ahorras el parking pero nosotros al ir con perro hemos preferido pasar con el coche.

Hay zonas donde comer de picnic. Hemos estado solitos completamente porque el frío quitaba hasta el hambre. Aún así hemos pasado una mañana muy buena, y las niñas han disfrutado mucho buscando castañas.

Naturaleza



Instantes


Naturaleza





viernes, 22 de noviembre de 2013

Momento musical de cine: Trainspotting

¿Qué? ¿A qué pensabas que iba a eligir alguna banda sonora melosa y romanticona tipo Memorias de África o Amelie?

Pues no. Hoy me apetece bailar que para eso es viernes y como mi amiga Bea ha decidido ponerse marchosa con Tarantino, que me encanta, yo no voy a ser menos. Voy a sacar también mi lado oscuro.

También tenía pensado traer a Chicago, genial película de banda sonora maravillosa que he escuchado hasta la saciedad y he soñado bailar miles de veces...pero no...voy a ir más allá. Me he acordado de esta también estupenda película, Trainspotting, genial para ponerla a tus hijos adolescentes para que vean la cruda realidad del mundo de la droga y rechacen meterse en él, con un gran Ewan McGregor que siempre que me ha hecho tilín y al que también disfruté en otro de mis musicales predilectos, Moulin Rouge.

Sin más dilación, aquí va el tema de Iggy Pop, Lust for Life (Pasión por vivir) que es algo que creo que cada vez necesitamos mås, tal y como he reflejado en mi post del domingo.

¡Baila, salta, desmelénate!



jueves, 21 de noviembre de 2013

AZ de la maternidad: P de Protección

Mientras escribo esto se está acabando el Día de los Derechos del Niño. Curiosamente se celebra sólo cinco días antes del Día contra la violencia de género. Casualmente hoy he desayunado leyendo esta noticia que dice que los adolescentes replican los patrones machistas que pueden conducir a situaciones de violencia. Y para poner la guinda al pastel, ayer se celebró el Día Mundial contra el Abuso Infantil.

Todo ello me ha llevado a elegir esta palabra para la entrega 18ª del Diccionario de la Maternidad creado por Vero (Trimadre a los 30), la filósofa de la maternidad y de la vida, ejemplo para muchas por su fuerza, valentía, paciencia, templanza y buen humor.

Protección porque su garantía, junto a la del desarrollo, es la razón de ser de la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN), "primer instrumento internacional que reconoce a los niños y niñas como agentes sociales y como titulares activos de sus propios derechos", según Unicef.



Para asegurar una infancia protegida lo más importante es que los niños y niñas cuenten con una familia que les cuide. Una familia que les quiera y vele por sus otros derechos: alimentación, salud, educación, identidad, juego, igualdad y protección ante abusos, trabajo perjudicial, discapacidad, privación de libertad y guerras o desastres. Por supuesto, todo ello no sería posible sin una sociedad pendiente del cumplimiento de tales derechos, que facilite el acceso a la salud y a la educación, y además, que fomente los valores de igualdad, respeto y participación de los más pequeños. Que persiga y castigue  a quienes intentan abusar de ellos o maltratarlos. 
Que permita a los niños ser de verdad niños.
Tristemente esto cada vez se da menos en nuestra sociedad de ricos y famosos. En la parte del mundo llamado primero. Primero no porque seamos mejores que nadie ni la gente sea más inteligente, culta o elegante. Primero porque se trata de un mundo donde hay dinero y la sociedad está basada en el consumismo y el crecimiento. Un mundo que sólo se hace visible en ese puesto porque su producto interior bruto supera un número determinado de cifras.
Pues sí. En este poco merecido primer mundo cada vez los niños tienen menos derechos. Porque cada vez a sus padres y madres nos quitan más derechos. Esos que tantos años costó conseguir.
Los recortes afectan mucho más allá que a la Educación y Sanidad. El paro y la crisis llega de forma directa a los niños en forma de hambre. Aunque no lo creamos, cada vez son más niños los que sólo comen una vez al día en el comedor del cole. ¿Has visto el anuncio de esa madre que le dice a la hija que el bocadillo es mágico porque es de pan con pan e imaginan lo que hay dentro? Se ponen los pelos de punta.
Según Educo, la ONG promotora del anuncio, desde que empezó la crisis el número de niños que vive en el umbral de la pobreza en España ha pasado de dos millones a dos millones y medio. Unicef cifra la tasa de pobreza infantil en el país en el 27,2%.
Si nos vamos al panorama global que incluye este mundo y los otros, la situación es mucho peor claro está. No obstante, las cifras han mejorado mucho en algunas áreas en los últimos años. Por ejemplo, el porcentaje de personas que pasan hambre en el mundo se ha reducido a la mitad en veinte años y el de personas sin acceso a la educación otro tanto en 10 años. Claro que me gustaría a mí saber cómo hacen las personas de la ONU estas estadísticas en países que no tienen ni censo.
Sin alimentación y educación los niños están completamente desprotegidos y vulnerables a todo tipo de situaciones indeseables. Lo primero es la salud obviamente. Y luego está todo lo demás.
La educación, la de la escuela y la de casa, es clave para proteger a nuestros hijos, para facilitarles los recursos necesarios para caminar seguros por la vida. 
Protegerles no es aquello de ponerles cincuenta mangas al niño para salir a la calle (que también), abrazarles para evitar que les den un balonazo, taparles con nuestro paragüas cuando llueve o increpar al abusón de turno si se da el caso (y a sus padres, que también)
Protegerles es estar continuamente pensando en su bienestar, en la mejor manera de educarles, en el modo de fomentar su autoestima, en la forma de hacerles reír y disfrutar, en el mejor sistema para acompañarles en la vida de manera que lleguen a la edad adulta sanos física y emocionalmente, siendo buena gente y sintiéndose felices.
Protegerles es no poder dormir porque le das vueltas a sus "pequeños" problemas del cole, escuchar sus preocupaciones y sus inquietudes, arbitrar sus rencillas filiales, no dejarles ver la tele más de una hora al día (y en inglés, #malamadre), cocinar sano, llevarles al parque de vez en cuando (de muy cuando en cuando).
Ojalá que ningún niño tuviera que sentir miedo o sentirse desprotegido. Ojalá cada niño encontrase una familia donde crecer y ser querido. Sé que muchos chavales crecen en instituciones toda si infancia por culpa de leyes mal hechas, redactadas por persona imperfectas que no traen nada bueno. Aquí en España y por ejemplo, en Colombia, donde una absurda ley obliga a buscar a la familia del niño abandonado hasta el sexto grado de consanguinidad. Esto retrasa enormemente los procesos adoptivos y mantiene en vilo a cientos de familias españolas y de otros países en este momento. Y, lo que es peor, a miles de niños colombianos solos, sin una mamá y un papá que les cuide y les de derecho a disfrutar de esos Derechos del Niño. Todo esto da para otro post.
Antes de ser madre creía que yo era una persona muy necesitada de protección y no me veía muy capaz de ser yo quién protegiese a nadie y mucho menos a un niño.
Desde que me convertí en madre, ese pensamiento desapareció de mi cabeza. Ahora me resulta difícil no imaginarme protegiendo a alguien. Protegiendo a esas dos personajillas que sé que ahora duermen tranquilas porque saben que sus padres estarán siempre aquí mirando por ellas, vigilando la puerta para que no entren los monstruos.

domingo, 17 de noviembre de 2013

El hada que regalaba vidas

"La vida dura unas pocas huellas de uña sobre la arena"
Wislawa Szymborska

Cuentan que últimamente está muy agobiada de trabajo. Se acumulan las vidas que necesitan una segunda oportunidad. Entre la gente desesperada que quiere lanzarse al vacío, la que va despistada por la carretera, o la que olvida hacerse chequeos médicos, el número de acciones diarias se ha incrementado un 200% en lo que va de año.

Ella es guardiana de almas desesperadas, ángela custodia de seres cualquiera que no merecen todavía dejar este mundo. Vela día y noche por todos y cada uno de ellos. Los humanos verdaderos. La gente auténtica que, siendo imperfecta, es lo suficientemente valiosa como para vivir un poco más de tiempo. Algunos días, otros meses y los que tienen más suerte, incluso años. En realidad, NADA, si lo miramos desde el punto de vista de la edad del Planeta Tierra. Y a la vez TANTO para los que están a su alrededor y para aquellos que no tienen la suerte de encontrársela en el momento oportuno.

Imposible llegar a todos.

Cuentan que ya no da abasto y que va a poner un anuncio en una ETT en busca de ayuda.

No lo hagas, le aconsejó interesadamente el hada de la noche eterna. "Te tomarán por loca o estúpida. ¿Quién va a creer que existe un hada que va por ahí evitando que la gente deje su vida a medias? Nadie entenderá que esas personas están todavía aquí porque tú las elegiste, ni siquiera ellas mismas, las que siguen aquí de puro milagro".

Puede que al principio sintieran como que habían vuelto a nacer. De hecho, la mayoría lo contaron así a sus amigos y familiares el día de los hechos o en días sucesivos. "Ayer estuvimos a punto de tener un accidente horrible" "El médico me ha detectado un bulto que de no haberlo cogido a tiempo no sé qué hubiera pasado" "Estuve a punto de mandarlo todo a la mierda cuando me llamaron para decirme que mi hijo me necesitaba". Y así sucesivamente.

Conforme se fueron olvidando, muchos volvieron a sus rutinas. A su aburrimiento, a sus problemas ridículos, a sus mezquindandes, a sus pérdidas de tiempo. 

Otros, en cambio, disfrutan la vida que les queda como si fuera la última. Hacen hoy todo lo que pueden hacer hoy. Sonríen. Saborean. Aman. Se divierten. Juegan. Dan. 

Y, por encima de todo SON.

Porque la vida dura poco sí. Y menos aún si la dejamos colarse por el agujero del lavabo.




jueves, 14 de noviembre de 2013

AZ de la maternidad: O de obediencia


Mucho ha cambiado la maternidad desde que yo era sólo la hija y no la madre.

Antes los niños eramos poco importantes en el orden general de las cosas. No quiero decir con esto que nuestros padres no nos quisieran. Qué va. Estoy segura de que nos querían tanto o más que nosotros ahora a nuestros hijos, aunque no lo demostraran igual.

Los niños eramos poco importantes porque los importantes eran los adultos.

Por entonces, cuando el dinero escaseaba mucho más que ahora, y la sociedad de consumo no había llegado a España todavía en todo su esplendor, las pocas pesetas disponibles se invertían en primeras necesidades de adultos. Un seiscientos o un renault siete, una tele en color, una lavadora...

Los publicistas sólo podían enfocar sus esfuerzos hacia el mercado infantil en época navideña, más que nada porque ni siquiera había productos para niños.

Era la época de "cuando seas padre, comerás huevos" o lo que es lo mismo "los niños hablan cuando hacen pis las gallinas". Ser un niño bueno era ser un niño obediente.

La obediencia.

Recuerdo que la obediencia era, de largo, la regla número uno que había que seguir en mi casa.

Obedecerás al padre y a la madre por encima de todas las cosas. Ese era el mandamiento más importante.

Recuerdo momentos tensos, muchos, por mi rebeldía de niña a la que no le gustaba aceptar los "porquesí" o "porquelodigoyo". Ya no te cuento de adolescente.

Entonces no nos daban explicaciones. Las cosas se hacían así y puntopelota.

Siempre pensé que yo no sería nunca de esa manera de mayor. Que jamás diría a mis futuros hijos que había que hacer algo sin rechistar o esa odiosa frase de "a mí no me contestes".

Las cosas sí que son distintas ahora. Mucho. Los niños son el centro y no los adultos. La sociedad de consumo no quiere perderse ese paraíso de padres y madres dispuestos a colmar a sus vástagos de todas las atenciones posibles. Las revistas infantiles, las tiendas especializadas, los miles de productos para bebés y nenes. Un mercado que mueve muchos millones al año. No he podido mantenerme al margen pero sí al menos he conseguido no caer en la locura de la sinrazón.

La obediencia ahora es una palabra con mala prensa. Está mal visto decir que en tu casa tus hijos te deben un respeto y obediencia, al menos hasta que tengan dieciocho años. Es feo. No queda bien declarar que en tu casa mandas tú y tu pareja y la opinión de los niños está en segundo plano.

La tendencia es a establecer reglas democráticas en la casa. A contar con la opinión de todos. A dejar a los niños ser, pensar, decir, opinar. A escuchar. Algo que tanto eché de menos.

Estoy de acuerdo. Me gusta dialogar, sentarme a hablar con mis hijas, preguntarles por sus impresiones, necesidades, emociones. Me encanta esa parte de la maternidad.

Sin embargo, a veces, necesito que mis niñas me obedezcan. Que dejen de pelear cuando lo hacen. Que recojan su cuarto. Que apaguen la tele. Que se metan al baño. Que me dejen hablar a mí.

Y, aunque no me gusta, más de una vez he tenido que repetir las palabras que tan poco me gustaba escuchar en los 70-80. Porque las razones lógicas no les son suficientes y necesito, sencillamente, que me hagan caso.



miércoles, 13 de noviembre de 2013

Lo verdaderamente jodido es la muerte

La muerte que llega de golpe. A lo bestia. Sin venir a cuento. Sin que nadie pueda imaginar siquiera por un segundo que va a suceder.

Zas.

Estás y al día siguiente no.

Se quedan tus cosas sobre la mesa de trabajo. Tu ordenador en letargo. Ese personaje que tanto te gustaba haber imaginado.

Todo a medias. Todo sin recoger. Porque pensabas que ibas a volver al día siguiente. Y que este fin de semana irías al campo a respirar aire puro y a dibujar paisajes.

Te has ido sin despedirte. Con todos esos besos que debías. Con todas esas palabras que no te atreviste a decir. Con la ropa todavía mojada de la última lavadora.

Estabas ayer y ya nunca más estarás.

Quedarán tu recuerdo, tus huellas, tus objetos. Quedará tu voz resonando en la memoria diciendo cosas triviales o cosas profundas. Quedarán tus mensajes enviados por teléfono y esas citas médicas a las que no acudirás sin que nadie pregunte por qué.

Sentir la marcha de una persona a la que nunca has visto. A la que conoces sólo a través de los ojos de otros.

Me siento extraña. Esta maldita manía de ponerme en la piel del otro. De los que sí te conocían, de quienes te querían y apreciaban.

Es todo tan raro. Y a la vez tan cotidiano.

Esta vida. Qué jodida es. Aunque lo verdaderamente jodido es la muerte.

Nos da y nos quita de forma aleatoria.

Tú sí, tú no, tú hoy, tú mañana.

Escalofriante.

Desasosegante.

Terrible.

Vivamos pues lo que nos queda...

lunes, 11 de noviembre de 2013

Manual de supervivencia para viajes en avión

 

Hace un par de meses, cuando rellenaba encuestas de esas que a cambio te dan puntos para regalos, al responder sobre frecuencia de mis viajes hacía clic en la casilla "una vez al año".

Ahora he empezado a elegir la casilla de "al menos una vez al mes". Esto implica que, con relativa frecuencia, tengo que pasar por ese proceso de hacer y deshacer maletas, despedirme de mi familia (ya que son viajes de trabajo), vivir unos días en un hotel y, lo peor de todo, tener que sufrir el aburrido y desasosegante trago de coger un avión.

No tengo miedo a volar, ya no. 

De lo que tengo miedo es de los aeropuertos y, más concretamente de las leyes, normativas, restricciones y controles que hacen que cualquier viaje por los aires, ya sea vacacional o de curro, se convierta en una experiencia de lo menos placentera del mundo. Diría que en la misma línea que una visita al ginecólogo, una reclamación a una compañía de suministros o un bonito día de lluvia en la M-30 de Madrid en hora punta.

Por eso no he tenido más remedio que diseñarme un pequeño manual de superviviencia. A partir de ahora voy a ser la supergirl del mundo aéreo no VIP (si viajas en business olvida todo este rollo que voy a soltar). 

Al señor Low cost pongo por testigo que superaré con éxito la estancia en estos inhóspitos "no lugares" del mundo. Es eso, volverme una amargada o cambiar de curro. 

Ninguna de las dos últimas opciones entra en mis planes.

Primero

Fundamental hacerse con una maleta de medidas permitidas en cabina. NO FACTURAR. Aunque te vayas una semana. Aunque en otra vida hayas llevado el baúl de la Piquer en tus viajes. Olvida el pasado. El futuro es el de la gente ligera de equipaje. Ya lo decía Georges Clooney en Up in the air.


             Y si lo dice ÉL...yo no le voy a llevar la contraria

Sí, olvida los "por si acaso" y céntrate en los "sí o sí".

Ejemplo práctico: un "por si acaso" es llevarse el secador de pelo o el bikini en invierno por si hay spa en el hotel. Un "sí o sí" es el desodorante. En uno de mis viajes lo olvidé y al intentar comprarlo en el aeropuerto sólo vendían productos de alta gama a 20 euros o desodorantes de hombre. 

Fui a la entrevista de trabajo desprendiendo un aroma masculino a lo L'oreal for men la mar de interesante. Me dieron el trabajo. Ummmm, lo mismo no es tan mala idea olvidar el desodorante en casa...

Segundo

Ni se te ocurra llevar botas o tacones para pasar el control. Si lo haces, ya sabes que deberás descalzarte (y pasar una vergüenza insoportable si te huelen los pies o llevas un tomate en el calcetín) y ponerte unos plásticos horribles a modo de calzado.

Una buena idea es llevar tus zapatos normales y en una bolsita unas manoletinas o chanclas si es verano. Antes de acceder al control te cambias tranquilamente y cuando has logrado pasar "al otro lado", te vuelves a poner tus peep toes o plataformas y tan campante.

Ten en cuenta además que las distancias en el aeropuertos son muy largas. A mí desde luego siempre me toca la puerta de embarque del extremo y me hago kilómetros. Mis piernas lo agradecen tanto como mi corazón.

Tercero

Lleva un bolsito pequeño o similar para la tarjeta de embarque, DNI o pasaporte y móvil. De esta forma no te volverás tarumba buscándolos en el shopping bag de turno o la mochilaca cada vez que tengas que enseñarlos en los controles, entrada al avión y entrada al avión segunda parte (sí, en algunos vuelos te lo vuelven a pedir dentro de la nave).

La típica escena de tú buceando en un gigantebolso, sudando la gota gorda mientras cientos de pasajeros te clavan los ojos no es muy agradable, créeme.

Cuarto

Esto es más viejo que la vida. Rollo líquidos. Pero a mí se me olvidó la penúltima vez y me confiscaron la coca cola. Así que, importante que lleves tus líquidos en botecitos de 100 ml máximo y los metas todos en la bolsita de rigor que proporciona el amable personal de seguridad. Y que lleves suelto para comprar una lata o botella en las máquinas o en las cafeterías de la zona de embarque.

Sinceramente, no entiendo ni entenderé esta chorrada de los líquidos. Estoy segura de que Walter White o el Dr. Bishop serían capaces de introducir una bomba en el avión en botes de 100 ml.

Quinto

Corta tus uñas y depílate el día antes. No puedes llevar cuchillas y tijeras a bordo. Si lo haces, se quedarán para siempre en los contendedores del aeropuerto. Aunque no estoy segura de si se pueden llevar cortauñas. Esto tengo que investigarlo.

Sexto

Jamás pienses que en el duty free de la zona de embarque podrás comprar revistas o las galletas favoritas de tus hijas. Ni siquiera estando en un gran aeropuerto. Las interminables obras pueden jugarte una mala pasada.

Así que si ves una cafetería interesante o tienda de regalos antes de pasar los controles y vas con tiempo, quédate ahí. Más vale pájaro en mano... Aunque lo mejor es que lleves todo comprado de antes, todo excepto los líquidos, ya sabes.



Séptimo

El reloj. Si eres de los que mira el reloj en el móvil, recuerda llevar un reloj aparte cuando viajes, aunque sea cómprate uno de los chinos. Si no pasarás un rato chungo de ansiedad en pleno vuelo sin saber la hora y sin poder preguntar a la gente de alrededor, que estará dormida como un tronco.

Octavo

Lleva chicles para que la presión no te destroce los tímpanos. Vital a la hora del aterrizaje.

Noveno

Sal a toda prisa, corre, vuela si hace falta cuando salgas del avión. Las colas que se montan en la zona de taxis son de aúpa, sobre todo si tu avión llega de noche o a primera hora de la mañana.

Décimo

Se me ha olvidado decir antes que si llevas portátil, deberás ponerlo en una bandeja para él solito para pasar el control de los rayos x esos. Si no, te obligan a volver a empezar.

Y una de regalo...

Siempre que puedas coge el tren.


miércoles, 6 de noviembre de 2013

Un día terrorífico en el Parque Warner


Si tecleas en Google "peor día para ir al Parque Warner" aparecen varias referencias al día de Halloween. Por eso debió ser que el viernes, que era el Día de Todos los Santos, es decir, que ya no era Halloween, muchos pensaron que era un gran día para visitarlo. "Seguro que ya no hay tanta gente porque hace frío" o "como es el primer puente tras el verano, muchos se habrán ido de Madrid" y además, el Parque mantenía el decorado y las actividades especiales dedicadas a la fiesta monstruosa por excelencia importada de USA. Así que el plan parecía más que apetecible.

No es que tenga yo un especial interés en el truco o trato. Tampoco me parece mal, ojo. Todo lo que sea disfrazarse y tomarse la muerte con humor, bienvenido sea. Lo que pasa es que mi niña decidió venir al mundo un uno de noviembre de hace diez años, como escribí en el post anterior. Y su padre y yo llevábamos mucho tiempo queriendo llevarla, junto a su hermana, a uno de estos parques temáticos que la mayoría de sus amigas ya se conocen de memoria gracias al bono anual. 

Así que pensamos que una buena manera de celebrarlo era yendo allí, por una vez, aunque tuviéramos que pasarnos el resto del mes comiendo lentejas. Porque madredelamorhermoso, hay que ver cómo están los precios para poder acceder a estos templos de diversión y productores de adrenalina por doquier. Aparte de que las plazas de parking cotizan al alza y que está prohibido introducir alimentos, mientras que sus restaurantes disponen de tarifas de aeropuerto europeo. 

Tras un arduo proceso de búsqueda y captura de un descuento, conseguí algo bastante razonable (gracias desde aquí a la persona que lo hizo posible). Por fin íbamos a poder darle a la niña esa sorpresa que tanto llevábamos esperando.

Le dijimos que iba a pasar un cumpleaños genial porque íbamos a ir a un sitio muy especial, sin decirle dónde. Ella empezó a elucubrar y a hacer preguntas del tipo: ¿pasaré frío? ¿Está muy lejos? Toda la semana la pasó soñando con el gran día, intentando sacarnos el nombre del sitio sin éxito. De vez en cuando yo le soltaba alguna (des)pista para hacerlo más emocionante. Por supuesto no le dijimos nada a la hermana ya que eso hubiera supuesto que ella lo iba a saber al minuto siguiente. Aún no se le da bien guardar secretos.

Y llegó el día D. Desayunamos churros todos juntos tras escuchar el cumpleaños feliz de Parchís, como viene siendo tradición. Y comenzaron las llamadas para felicitarla. Zaca. A la primera le destriparon la sorpresa, sin querer, vale, pero para mí fue como un jarro de agua congelada sobre la cabeza. Me sentó muy mal. No me podía enfadar por ello porque no fue intencionado, por supuesto, ni la persona que lo hizo sabía de nuestras intenciones. Pero me quedé helada, decepcionada y triste. Porque hice como tantas otras veces, imaginarme la escena una y otra vez, su cara de entusiasmo, su felicidad...que en aquel momento ella no fue capaz de expresar al notar mi congoja. Ya empezaba la cosa torcida. 

Salimos tarde, para variar, pensando que como abrían a las doce, no pasaba nada por llegar sobre las 12:30. Con lo que no contábamos era con el monumental atasco de unos tres kilómetros antes de llegar, provocado porque miles de personas pensaron, como nosotros, que aquel día era un día ideal para acercarse al lugar y que se formaba debido a que a la entrada del parking hay que pagar los 8 euros de rigor.

Llegamos a la puerta a las 13:30 y a continuación empezamos a hacer algo que ya no dejaríamos de hacer en todo el día. 

COLA. 

Primero para sacar las entradas. Después para entrar. Luego para la primera atracción. Cuando ya llevábamos 15 minutos nos dimos cuenta de que estábamos en la fila incorrecta. La de los correcaminos. Unos tíos suertudos y molones que por el módico precio de 7 euros más podían hacer una cola un poco más corta que el resto de pringados. Así que decidimos que en lugar de ponernos en la fila de la plebe para subir a los helicópteros, mejor nos íbamos a la cola de algún restaurante para reponer fuerzas. Optamos por el rollo pizza porque era el más cercano. Tras media horilla conseguimos nuestras viandas y tuvimos suerte de pillar una mesa en la terraza.

El viernes nos dimos cuenta de que en realidad, esos momentos de espera para acceder a las atracciones o espectáculos, tienen su punto, al fomentar el autocontrol, la paciencia y las conversaciones familiares.

Bueno. Esto ya era otra cosa. Tras la comida empezamos a ver todo de otro color. La ingesta de grasa libera endorfinas o algo, ¿no?

Vimos pasar a Scooby Doo en su coche, al osito Yogie, a un demonio con cara loco que me miró a los ojos y casi me mata del susto...porque no nos olvidemos de que se celebraba Halloween, así que, junto a los simpáticos personajes infantiles de los dibujos animados, deambulaban zombies, diablos, brujas y seres siniestros. Sólo en la zona de mayores, no en la de niños. Unos eran animadores del parque. Otros eran del público. Vimos disfraces de lo más original. Mucho rollo sangriento tipo cirujano o cocinero loco. Mucha vampira sexy. Mucha inspiración Walking Dead. Cómo me hubiera gustado disfrazarme. Y los decorados estaban muy currados. Cuánto me acordé de Trimadre a los 30 cuando vi la arañita de la foto que ilustra este post ;-) Había telarañas por todos lados, calabazas, manos con pezuñas, ataúdes, fantasmas, rastros de sangre...y barcos fantasma pilotados por payasos inquietantes. L. no paraba de asombrarse por todo, "mamá, esto está genial, como mola". De día era gracioso. De noche daba canguelo, la verdad sea dicha.

Nos fuimos metiendo en harina y poco a poco conseguimos disfrutar de alguna atracción. Primero en esa especie de tiovivo-columpio que sube muy alto y da vueltas a toda velocidad. Cuando estábamos en la cola, L. decía que no quería subir, que le daba vértigo. Yo le intentaba quitar hierro al asunto y la animaba a hacerlo. "Si yo subo, tú también puedes". Sobre todo porque yo soy la cagueta número uno para este tipo de cosas. Y vértigo tengo un rato largo. Así que me subí a su lado, la abracé y disfruté del aire en la cara como nunca lo había hecho (recuerdo otra vez, de novios, en ese mismo lugar, que di el espectáculo de los gritos que pegaba). 

Lo mejor fue que al bajar L. Me dijo: "mamá, gracias. Has conseguido quitarme el miedo y me lo he pasado muy bien". Sólo por eso me merecía la pena todo lo anterior.

A continuación montamos en los coches de choque. Y después, de camino a la zona infantil para darle el gusto a L.E. de subir en los helicópteros de los que huimos por la mañana, se nos antojó una montaña rusa de madera. Erróneamente era una montañita light en mis recuerdos, que estaban confundidos con algún otro parque al que fui hace muchos años. Así que animé a L. sin parar, haciendo hincapié de nuevo en que yo jamás montaría ahí si fuera algo que da miedo. "Pero mamá, aquí en el folleto sale una caída en picado..." "Bah, tonterías, es un dibujo y están exagerando", le dije yo. "Si no subes a una montaña rusa en un parque de atraciones es como si no hubieras estado".

Cuando aquello empezó a moverse a todo trapo y mis huesos se me salieron del cuerpo a cada traqueteo al más puro estilo Bob Esponja, cerré los ojos, grité como una posesa y lloré de pánico. Mi hija suplicaba que pararan aquello y yo deseé que me clavaran agujas en todo el cuerpo o tragarme cuatro horas de fútbol en TV antes que sufrir aquella tortura. Nunca jamás, a la blogosfera pongo por testigo, me volveré a subir en esa COSA. Ni ella. Menos mal que me quiere mucho y me sigue queriendo tras la tremenda experiencia. La cara de ambas en la foto es de libro Guiness.

Las dos horas siguientes las pasamos en la fila de los helicópteros, en el espectáculo del loco de la motosierra que tuvimos que abandonar porque L. salió despavorida muerta de miedo y en la cola para ver el espectáculo de Loca academia de policía.

Mi familia lo pasó en grandes viendo las barbaridades que hacen con los vehículos los especialistas que trabajan en el show. La verdad es que esto es bastante impresionante. A mí particularmente no me gustó el guión ni los chistes recalcitrantes y un pelín fuera de lugar de los actores, con referencias al mundo gay que no tenían ni pizca de gracia (aunque la gente se reía). Quizá un espectáculo mudo molaría mucho más.

Y aquello fue todo. El día (y las colas) no nos dio para mucho más. 

Sí, está claro que no elegimos el mejor momento para nuestra visita. Estoy segura de que si hubiera habido menos gente todo habría sido distinto y mejor. Sin embargo, me quedo con la felicidad de mis hijas al salir de allí y la frase de L. : "muchas gracias por habernos traído aquí mamá. Ha sido el mejor día de mi vida" (cosa que dice a menudo, cada vez que se lo pasa en grande, sin que la frase deba tomarse al pie de la letra).

Quiero volver sí. No sin antes leerme todos los consejos que pululan por la Red acerca del Parque, ahorrar para comprarme la pulsera del correcaminos y entrenarme para aguantar de pie mi turno para subir en las atracciones de la zona de niños. Que es donde voy a pasar el día la próxima vez, junto a Bugs Bunny y Piolín. Paso de emociones fuertes.