miércoles, 20 de marzo de 2013

Jefes, jefazos y jefecillos

Dieciséis años. Esa es la edad que tengo laboralmente hablando, según me dice mi querida amiga la Seguridad Social, que es una de las pocas que me escribe cartas de papel.

Tanto tiempo da para mucho. Sobre todo a un culo, perdón, mente inquieta como la mía, que además ha sufrido la crisis de las punto com y que ha ido moviéndose de empresa en empresa hasta conseguir que el curriculum no quepa ya en sólo dos páginas, aunque ponga la letra a 9 puntos y rebaje el interlineado.

He vivido muchas experiencias. He conocido a mucha gente. He tenido muchos jefes. He sido yo misma jefa y jefecilla. He visto cosas que no creerías ;-)

Tanto que me daría para una de esas trilogías de moda (no pienses mal, no me refiero a las sombras de Grey). Y voy a empezar hablando de los jefes, esos seres incomprensibles e incomprendidos, que sean como sean, buenos o malos, guapos o feos, mujeres u hombres, super guays o viejunos, no se libran de ser criticados en la máquina del café, en las cenas de Navidad y en el chat. Dicen que cuando hablan de ti te pitan los oídos. Por eso los jefes están un poco tenientes, ¿te has dado cuenta de que muchas veces no te escuchan y ni siquiera te oyen? No es a mala fe. Deja de hablar de él o ella a sus espaldas y su capacidad auditiva mejorará enteros.

Así, en mi intensa y ecléctica vida profesional he alcanzado a distinguir un variado elenco de jefes, jefazos y jefecillos, o como ahora les gusta llamarse, Managers and Directors. Algunos por experiencia directa y otros por experiencia colateral. Ahí va un intento de lista. Te animo a completarla e incluso a tirarla abajo, siempre desde el humor y el buen rollo, no vayamos a hacer sangre pls, que todo esto es un poco broma y otro poco de exageración sureña:

> El faraón. Es un tipo bastante común. Se agazapa detrás de su despotismo desilustrado para esconderse de sus oscuras inseguridades. Manda mucho, lo manda todo (al menos en la oficina, de casa no me consta). Cuando tiene un buen día incluso te sonríe, para acto seguido gritarte por no hacer las cosas como dios (o sea él o ella) manda. Nunca te creas las barbaridades que dice sobre ti. En realidad se las dice a sí mismo. Eso sí, no veas cómo te fortalece tener uno de estos, sobre todo si es en uno de tus primeros curros. Y aprendes un huevo, no de ellos claro está, sino a base de empollarte el gestor documental de la empresa, darte de morros con la realidad y tener siempre google a mano. Es un jefe que curte.

> El pater paternalis. Este es el que te lleva de la mano y no soporta que tomes decisiones por ti mismo sin consultar. Le molaría que le pidieras permiso para ir al baño aunque le da un poco de vergüenza reconocerlo y te deja ir sin más. Cuando te habla sólo le falta pasarte la mano por el pelo y cuando sales a la calle te recuerda que te lleves el abrigo. Si vas de rebelde te reprocha lo mucho que hace por ti, dándote trabajo y dejándote usar la cafetera y la nevera de la ofi. La palabra delegar no le suena a chino, le suena a amárico (idioma etíope).

> El international. Le gusta mucho mezclar el inglés con el español y al principio esto impone, porque crees que es alguien sabio, con cultura, y que tú no vas a estar a la altura. Presume de conocer a la gente más VIP del mundo mundial porque estudió en la una de las Universities mejores del planeta. Piensas que vas a aprender mucho muchísimo a su lado. Con el tiempo te das cuenta de que habla inglés con acento "aznariano" y que en realidad no sabe tanto como aparenta. Y que le encanta enseñar tus ideas como suyas en ppts hechas por otro colega tuyo en sus horas libres.

> El colegui. Al igual que es un error intentar ser el mejor amigo de tu hijo, lo es intentar ser amigo de la gente que tienes a tu cargo. Estos jefes son abiertos, dan buen rollo, te cuentan su vida y te invitan a café. A veces incluso a su casa, no en plan rollo sexual, sino a conocer a su familia y enseñarte su colección de miniaturas de Stars Wars o su bodega chachipiruli. ¡Cuidado! No digo que no podáis ser amigos, pero mejor espera a cambiar de curro o a que cambie él/ella. Si no lo haces, cualquier día te llevarás un gran chasco. Hazme caso.

> El (casi) perfectum. Este es como el monstruo del Lago Ness o el abominable hombre de las nieves. ¿Leyenda o realidad?.  Me atrevo a decir que lo he visto pasar delante de mí en algunos momentos de mi vida. Lo reconocerás porque admiras su trabajo, que hace con sus propias manos de vez en cuando, porque flipas cuando le oyes hablando con los clientes o le ves resolviendo problemas sin pestañear. También porque sabe sacar lo mejor de ti, te motiva y es capaz de convencerte de que los marrones son auténticos retos. Y dices: "de mayor quiero ser como él/ella". Sin embargo, el jefe perfectum tiene sus días. A veces les descubres en algún renuncio. Como dijo Osgood a Jerry en "Con faldas y a lo loco", !nadie es perfecto!

> El comme ci comme ça. Es blandito y amoroso, como mimosín. Crees que nunca mataría a una mosca y mucho menos te hablaría mal o te gritaría. Cuando te dice algo negativo es él que que llora porque le duele de verdad. Pero no pienses que va a sacar la cara por ti o va a ayudarte a resolver conflictos. Con este tipo de jefe te sentirás relajado, querido, feliz, siempre que las cosas marchen bien. Cuando estalle la tormenta, o llevas tu propio paraguas o te calas hasta los huesos.

> El pasota. Con este vas a tener tanta libertad para trabajar que acabarás pidiendo a gritos a un paternalis. Incluso a un faraón. A veces uno necesita una brújula para saber por dónde tirar. A veces uno necesita que su jefe le conozca un poco antes de la evaluación anual del desempeño. A veces uno necesita que le mimen y que le doren la píldora. No creo que sea para tanto lo que pedimos.

> El mezcladito. Este es el que más abunda pues se trata de un tipo que tiene una pizca de aquí y otra de allá. A primera vista parece el mejor. Una vez que le pillas. Porque hasta entonces vas a sufrir de lo lindo hasta descubrir todos sus recovecos. Como toda personalidad, tendrá algún aspecto dominante. Descúbrelo y adáptate. Te irá mejor.

Y me queda el más grande de todos, el jefe propio o propio jefe. El autónomo. Es una persona implacable consigo misma. No se concede descansos, ni se permite enfermar o coger vacaciones. Tanto es así que se confunde con el adicto al trabajo. Nada más lejos de la realidad. No sueña con ganar mucho dinero o montar un chiringuito en la playa. Sueña con tener una mañana libre para no hacer NADA, sin sentirse culpable o con que de repente todos sus clientes le paguen pronto. Bueno, no. Sueñan con que le paguen. Y punto.

Y yo, que he sido jefecilla a tiempo parcial, ¿cómo soy? Buf, esta es la típica pregunta de entrevista de trabajo en la que dices algo así: mi estilo de liderazgo es abierto y participativo y trata de potenciar las fortalezas de cada persona por separado para impulsar el trabajo en equipo y desplegar un ambiente de trabajo estimulante y motivador. Todos tenemos sueños.

La verdad es que ser jefe es bastante duro. Rectifico. Ser un buen jefe es bastante duro. Y creo que a todos, jefes y subordinados (¿habrá palabra más fea?) nos iría mucho mejor si nos pusiéramos en el lugar del otro a menudo y dejáramos a un lado el ego, las paranoias, y las tonterías.

Cada uno en su sitio, eso sí, no vayamos a ponernos tiernos y a hacernos amiguitos de Facebook. Eso nunca, por lo que más quieras.

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