miércoles, 12 de diciembre de 2012

Visualización de un domingo de la infancia

Esta es la Semana de la Seguridad y la Salud en mi oficina. Nos están dando unas charlas y talleres muy interesantes sobre hábitos de vida saludable. Ayer estuve en dos de ellos. Como apenas tenemos trabajo en estos días :( aprovecho el tiempo y me apunto a todo lo que suena interesante y supone ocupar las horas en algo productivo.

Total, que hoy tocaba hablar de alimentación. La ponente era una psicóloga que no venía a "hablar sobre nutrientes sino sobre hábitos". Yo que pensaba que me iban a enseñar cuánto de hidratos y cuánto de proteínas y vitaminas tenía que tomar al día y esas cosas. Pues no, nada de eso. Se trataba de reflexionar sobre cómo, cuándo, cuánto, qué y por qué comemos.

En un momento dado nos ha pedido que cerráramos los ojos y volviéramos al pasado a una de nuestras comidas familiares. Hemos pensado en qué comíamos, en cuánta gente había en la mesa y quiénes eran, cuánta comida nos ponían en el plato, si había refrescos azucarados o no... Y he vuelto a la antigua casa de mi abuela Paca (mi querida abuela que aún vive gracias a Dios o a quién quiera que esté por ahí arriba) y mi abuelo Antonio, ya fallecido. He visto a mi bisabuela en su mesa de camilla, eternamente sentada, con la mirada perdida a causa de la ceguera. He visto a mis padres mucho más jóvenes que yo ahora mismo. A mi hermano mediano con 5 años y al pequeño de bebé. Yo tenía 9 y llevaba unas bermudas verdes de paño y un jersey beige que me gustaba mucho (no había vuelto a acordarme de ese jersey desde hace...no sé cuánto tiempo). Estaban todos mis tíos, incluso mi tío el que murió. Mis primos, los que habían nacido en aquel momento. Y me ha venido el aroma del cocido semanal, cocido murciano con pelotas, que sabía a gloria. Y he visto a mi abuela sirviendo los platos a todos y trajinando hasta el último minuto. Nunca se sentaba a comer hasta que los demás casi habíamos acabado. Ahora lo pienso y me digo: ¿cómo era capaz de cocinar cada semana para tropecientos y seguir tan contenta? ¡Los días que tengo invitados en mi casa (una o dos veces al año) me pongo de los nervios!

Han pasado unos 30 años de aquella imagen. Me he sentido extraña recordando todo de forma tan nítida y dándome cuenta de cómo ha cambiado todo desde entonces. La vida ahora es muy muy distinta. Ninguno de nosotros imaginábamos cómo sería hoy ni cómo era hace 10 años. Y no me refiero sólo a que ahora comemos peor porque vamos a toda prisa por la vida, que también. Da vértigo ver cómo puede girar tu vida 180 grados sin que te des cuenta.

La crisis, la maldita crisis. ¿Cuánto nos quedará?

1 comentario:

  1. Pero sigues haciendo cocido murciano para tus invitados... aunque seamos menos.
    ¡Qué fuerte que hayas vuelto y no nos hayas dicho nada! ;-))

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